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La crisis política marca el camino

Hacia un gobierno de transición


Ilustración: Allan McDonald
En la tradición cristiana, han terminado ya los sufrimientos del Nazareno y llegó la pascua de la resurrección. Es tiempo de celebrar la victoria del volver a nacer, la alegría del resurgir después de la muerte.

Paradójicamente todos estos días santos han estado marcados por historias violentas narradas desde la Corte de Nueva York donde son juzgados los miembros de la cúpula cristiana del gobierno narco de Honduras.

Pero esos evangelistas no son como Jesucristo, que aceptó el suplicio y pidió perdón por las estupideces de la humanidad entera.

Esos cristianos fabricados por la Confraternidad Evangélica y algunos por la Conferencia de Obispos de Honduras, ni saben qué es el perdón ni entienden el arrepentimiento para ser sanados en gracia.

Los cristianos narcos que están siendo juzgados en Nueva York son el mero diablo, que nunca tuvieron siquiera una multa de tránsito en el sistema judicial hondureño mientras perseguían, torturaban, desaparecían y asesinaban seres humanos.

Los narcos cristianos son maestros de la simulación al punto que millares de personas analfabetas del alma son sus defensores y se arrojarían al fuego para salvarlos.

Este es, sin duda, uno de los factores del conservadurismo crónico que retrasa los cambios en Honduras. La sociedad fue tomada por este tipo de lacras que aprovechan el analfabetismo y el miedo mágico de la gente, para matar al mismo tiempo que bendicen.

“El coyote líder de la manada”

Pero el Fiscal Michael Lockard y el Juez Castel no celebran “semana santa”, a dobles turnos expusieron evidencias de los pactos macabros entre los criminales de Sudamérica, Guatemala y México, para entrar toneladas de drogas a Estados Unidos usando toda la infraestructura del Estado de Honduras.

El martes santo crucificaron merecidamente ese cristianismo farsante que se apoderó de Honduras y dictaron condena de por vida al narcotraficante y terrorista Tonny Hernández, que puso en peligro la seguridad interior de Estados Unidos y avergonzó las instituciones nacionales.

Lo sentencian, además, a 30 años adicionales y a pagar con sus bienes 138.5 millones de dólares al tesoro estadounidense.

Esto ocurrió en Nueva York, porque en Honduras era impensable que sucediera. Estaban protegidos por el grupo Hermes de la televisión y los periódicos; por Evelio Reyes de Gracias; el jurídico de Lepaera; los militares narcos y ese triste fiscal general de Santa Rosa que no tiene un pelo de dignidad.

En realidad, el país ha sido testigo de esta condena contra la estructura de Juan Orlando Hernández, el presidente impostor, el cerebro de la gran conspiración golpista hasta nuestros días. El Noriega del Río Grande, la versión indómita del Chapo de Candelaria o como él mismo prefirió llamarse en Twitter: el coyote líder de la manada.

A estas alturas del calendario, 12 años después del golpe de Estado de 2009, no queda ninguna duda que ese modelo criminal adoptado a partir de aquel evento de junio 28, permanece engarrapatado a las enmohecidas instituciones públicas.

Sin embargo, al haber sido definida Honduras claramente como un Estado-Narco en la Corte Sur de Nueva York, todas las torturas, las desapariciones forzadas y asesinatos cometidos por la estructura criminal de Tonny y su hermano Juan Orlando, califican como crímenes imprescriptibles. Crímenes de Estado. Violaciones de lesa humanidad, que podemos perseguir penalmente en cualquier tiempo.

Este es un gran desafío adicional de la sociedad hondureña una vez que el cartel de los Hernández ha comenzado a tumbarse a los pies de sus amos de Washington y Nueva York: Reconstruir el tejido social y político. Unir y reconciliar. Juzgar y recomenzar. Sin olvido ni perdón.

La Convergencia Contra el Continuismo

Pero esta tarea, esencialmente política, no podemos hacerla con los personajes que se auto eligieron en el reciente proceso interno de tres partidos políticos. Lamentablemente tenemos que decirlo: No podemos con ellos. Las opciones son parte del problema y si vamos con ellas, nos condenamos a continuar igual o peor. Por tanto, la salida que propone la Convergencia Contra el Continuismo es, de momento, la mejor propuesta sobre la mesa.

Después de haber celebrado la primera sentencia aplastante contra los Hernández, el pueblo estuvo bañándose en los mares y en los ríos que quedan en nuestros dos litorales, y una parte de él regresó el lunes asoleado preguntando: ¿qué sigue, de qué nos hemos perdido, es que el virus seguirá avanzando hasta reventar de nuevo los hospitales?

Entonces, tendremos otra vez que volver a explicar: Ricardo Zúniga avanza con su fuerza de tarea; Norma Torres tira a matar al triángulo Norte de Centroamérica; el senador Engels afina la lista corrupta; Biden rompería relaciones diplomáticas con la dictadura; el Consejo Electoral prepara la declaratoria; el fiscal Lockard prepara juicio a Juan Orlando Hernández; Asfura daría un paso al lado para inmunizar al extraditable, y el padre Melo insiste en que integremos un gobierno de transición a la brevedad posible.

Ahí está. Esta es la Honduras del presente. En cinco meses cumplimos 200 años de haber terminado 500 años de colonización europea y haber empezado otro Gólgota con México, Estados Unidos y Canadá.

Es la colonización extractiva que destruye las reservas naturales de la región, que impone el narco y las ciudades modelo, que expulsa masivamente la población y multiplica la desigualdad y la pobreza. Y reprime.

Por esto, viviendo todavía la Pascua cristiana, decimos que la suerte está echada. Que cada una de nosotras, todos, hagamos lo que tenemos que hacer para subir a la cruz a los verdaderos traidores de este pueblo.