Dicho acuerdo consiste en formar y capacitar a mujeres de la zona en el desarrollo de las destrezas necesarias para ser parte de la industria bananera, un sector en el que la mano de obra es en 90 por ciento masculina.
Nacida hace 24 años en el municipio de Chigorodó Antioquia, Yenny sufrió desde muy niña la ineficiencia del sistema de salud colombiano, ya que con tan solo 2 meses de vida quedó con una discapacidad en el pie izquierdo producto de un mal procedimiento médico.
Yenny se esforzó en estudiar, y aunque la situación económica de su familia era muy difícil, logró especializarse en temas relacionados al desarrollo de puertos y logística.
Luego ingresó al politécnico Jaime Isaza Cadavid y se graduó como tecnóloga agropecuaria. Participó en semilleros de investigación, y por su buen desempeño y su disciplina tuvo la posibilidad de intervenir en diversos eventos, incluso internacionales.
Sin embargo, como a muchas otras mujeres de Urabá, no le era posible tener un enganche laboral formal y estable.
La región ha sido históricamente azotada por la violencia y se ha vuelto “normal” que a sus pobladores les cueste más acceder a la educación, la salud o un empleo digno que a los habitantes de otras zonas del país.
En Urabá el desempleo juvenil ronda el 40 por ciento, y la cifra trepa aún más entre las mujeres.
Cuando Yenny se enteró del acuerdo establecido entre Banacol, Sintrainagro y Rel UITA, se le abrió un horizonte.
Postuló a una vacante y la finca Soluna la aceptó. Tras un proceso de acompañamiento sindical y social, rápidamente la trasladaron a la finca Hacienda, puesto que con su nivel de cualificación tenía capacidades para desarrollar habilidades más técnicas.
En unos meses logró estabilidad en un empleo en el que aplica lo que estudió, demostrándose a sí misma que podía.