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La mafia de las certificadoras

Si por casualidad entras en alguna cafetería de Starbucks, una avalancha de afiches resalta la responsabilidad social de la transnacional, su preocupación con el ambiente, con los campesinos, con la calidad del producto. Verás también que todo eso está debidamente certificado: sellitos, muchos sellitos. Estampitas bendecidas al servicio del capitalismo.

En abril último en Brasilia la Confederación Nacional de Trabajadores Asalariados y Asalariadas Rurales (Contar) organizó un seminario nacional.

En esa actividad un caballero habló sobre las certificadoras que desembarcan en Brasil para verificar que los productos agropecuarios provienen de ambientes sanos en los que los trabajadores y las trabajadoras son felices y gente agradecida.

Estoy seguro que el tipo no estaba preparado para recibir el aguacero de críticas que le cayó encima.

Jorge Ferreira dos Santos, coordinador de la articulación de asalariados rurales de Minas Gerais, me dijo entonces respecto a las certificadoras: “son una de nuestras mayores preocupaciones, llegan desde el exterior y muchas veces certifican un producto que procede de fincas donde hay trabajo esclavo”.

“Hasta 2015 no teníamos idea acerca de las certificadoras. Luego que denunciamos trabajo esclavo en 12 establecimientos cafeteros y se descubrió que parte de ese café estaba certificado y comercializado por Nestlé investigamos el asunto”.

Uno de los establecimientos que practicaba trabajo esclavo -contó Dos Santos– había sido incluso premiado por la calidad de su café.

“Vimos que en el estado actual las certificadoras favorecen a los productores y no a los trabajadores, como debería ser. Los empleadores engañan a las certificadoras y las certificadoras son pagadas para engañar, en detrimento de los trabajadores y las trabajadoras”.

Por su parte, José Silva, consejero del Sindicato de Trabajadores y Asalariados Rurales de Tocantins nos comentó: “trabajé en la región sur de Bahía donde se produce cacao. Por mi propia experiencia puedo asegurar que las certificadoras desconocen por completo la realidad de los trabajadores y las trabajadoras que producen cacao, por lo cual no podrían certificar nada”.

Brindan el sello certificador, lo que agrega valor al producto en cuestión y a todos sus derivados en la cadena productiva, pero en la base, es decir para los trabajadores, que son los responsables de que ese producto esté siendo comercializado, poco y nada cambia.

Se acostumbra maquillar a los establecimientos para cuando va la certificadora para obtener el certificado. Luego se vuelve a lo de antes.

Venerar santo, no te convierte en uno

La semana pasada, en el interior del estado de Minas Gerais, fueron rescatados 18 trabajadores y trabajadoras de una hacienda de café llamada “Córrego das Almas”, algo así como “Cañada de las Almas”.

Como en las tiendas de Starbucks, en la propiedad figuran varias certificaciones internacionales, entre ellas una de la citada transnacional estadounidense que recientemente firmó una alianza de comercialización con Nestlé.

En una placa se proclama: “No se permite trabajo esclavo o forzado”. “Pero no somos contrarios”, deberían haber agregado.

“Allí a los trabajadores no se les pagaban los feriados, ni domingo ni nada. Trabajábamos de lunes a sábado, sin marcar las horas. Entrábamos a las 6 de la mañana y solo parábamos a las 17.00”, afirmó uno de los trabajadores rescatados, según informó Reporter Brasil.

«Había muchos murciélagos y ratones. Comprábamos comida y los ratones la comían. Entonces, teníamos que comprar de nuevo», denunció otra ex trabajadora de la hacienda.

Mejor que el Diablo asuma el control

En agosto de 2008, en Rondon do Pará, 32 trabajadores encontrados en condiciones análogas a la esclavitud fueron liberados. La carne que consumían estaba infestada de insectos, y del agua que bebían, oscura y terrosa, también se abrevaba el ganado.

El nombre de la hacienda: “Fe en Dios”. Otros propietarios, el mismo perfil: abnegados creyentes y misericordiosos empleadores.

Por más imágenes de santos redentores que cuelguen en las haciendas, por más que sus nombres invoquen al Señor y a la Santa Hermanita del Café Divino y las certificadoras excomulguen a los propietarios sin alma ni escrúpulos, hay que entender que la explotación y la esclavitud forman parte del ADN del capitalismo agropecuario brasilero.

No hay exorcismo que pueda por ahora alejar tales demonios.