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Para no olvidar

“Se abrirán las anchas alamedas…”

Se cumplen 50 años del golpe de Estado cívico-militar que derrocó a Salvador Allende y entronizó a Augusto Pinochet. La dictadura tomó a Chile de rehén para arrancar de raíz su vía pacífica al socialismo, y convertirlo en un “país laboratorio” de la ultraderecha económica, política y social. La sociedad chilena aún se sacude para liberarse de las rémoras que ha dejado aquella operación de exterminio de la esperanza.

Carlos Amorín

11 | 09 | 2023


Imágen: Allan McDonald

He releído mi artículo de 2018 que, con algún pequeño retoque, han vuelto a publicar ahora los compañeros y compañeras de la Rel UITA conmemorando los 50 años del golpe de Estado que, junto a Salvador Allende, derrocó a la esperanza que esa experiencia había hecho brotar en millones de personas en todo el mundo.

En aquel artículo intenté ilustrar la profundidad del cambio económico, social y político que comenzaba a esbozarse en Chile narrando experiencias personales y ajenas. La Historia grande la hacemos los seres humanos, organizados, pero de uno en uno. El colectivo es la fuerza, el individuo es la dinámica.

Hoy, a 50 años de aquel 11 de septiembre, y a la luz del proceso que vive actualmente Chile, es necesario reivindicar, volver a poner en su sitio a Salvador Allende, y con él a la primera victoria electoral de un frente de izquierda en América Latina: la Unidad Popular (UP).

El pueblo unido…

Los propósitos, los sueños, estaban todos: una nueva institucionalidad política mediante reforma constitucional, la profundización de la tibia reforma agraria iniciada por el ex presidente democristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970), la nacionalización del cobre y de la minería en general, así como de las más grandes empresas privadas monopólicas, una economía planificada, la creación de un Área de Propiedad Social de empresas, un salario mínimo nacional y equidad de remuneraciones sin importar el género o la edad.

En la salud se instrumentaron enormes y fructíferos cambios, mejoró la alimentación de los más pobres, sobre todo de los niños y niñas, y se podría continuar enumerando macro y micro revoluciones que este experimento que el llamado “socialismo electoral”, o “la vía chilena al socialismo”, logró plasmar en sus escasos dos años y medio de gobierno.
La mayor parte de los cambios anhelados y esbozados por la UP chilena serían hoy una auténtica revolución social, económica, política y cultural en cualquier parte del mundo.

Para los progresistas, humanistas y socialistas del orbe entero su propuesta era un faro que iluminaba un camino posible hacia la justicia social, sin dictadura del proletariado, por carriles democráticos.

¿Utopía? ¿Ingenuidad? ¿Voluntarismo? Más bien comprensión cabal de las urgencias de un pueblo, y proyecto de construcción de un país libre, justo y soberano.

Claro, todo esto no se puede intentar sin inteligencia, capacidad de comunicación, liderazgo y, por qué no, bravura política. Esos propósitos quedaron plasmados en las “Primeras 40 medidas” comprometidas por la UP al llegar al gobierno(1). Se ganaron las elecciones de 1970, pero el gobierno de Allende nació condenado a muerte por asesinos internos y externos.

La voz del amo y el mal ejemplo

Gracias a la investigación de Peter Kornbluh(2), ahora sabemos documentadamente que apenas nueve días después de que Allende asumiera la Presidencia, uno de los más conspicuos representantes de patriciado chileno, Agustín Edwards Eastman, entonces propietario entre otras empresas del diario de derecha El Mercurio, se entrevistaba en la Casa Blanca con Henry Kissinger, consejero en Seguridad Nacional del presidente Richard Nixon , con el propio Nixon y con el director de la CIA, Richard Helms.

Días después del golpe, Nixon y Kissinger se felicitaron. “En tiempos de Eisenhower nos habrían tratado de héroes”, remarcó Kissinger, según la transcripción de su conversación ahora desclasificada.

La documentación desclasificada obtenida por Kornbluh demuestra palmariamente que Estados Unidos nunca, jamás, estuvo dispuesto a tolerar la experiencia chilena a la que consideraba, gracias a Kissinger y otros, como “una amenaza directa” a su seguridad nacional que se podía expandir a toda América Latina.

Además del libro originalmente editado en 2003 y ahora ampliado y actualizado, se puede ver un documental en cuatro capítulos que repasa los momentos salientes de la investigación de Kornbluh. El primero de ellos se ha difundido por Chilevisión (Canal 11) el pasado 5 de septiembre(4). Y se anuncia que se exhibirá un capítulo por semana durante el mes en curso.

Perros de sangre

La investigación del historiador estadounidense deja al descubierto la planificación metódica de la agresión solapada de Estados Unidos al gobierno de Allende, que incluyó la caotización de la economía, el financiamiento clandestino de los opositores, el aliento a los militares para que dieran un golpe de Estado, el asesinato del comandante en jefe del Ejército, el general constitucionalista René Schneider, para abrirle camino a los golpistas, y un largo y macabro etcétera.

El Ejército chileno, de raíz prusiana, o sea neonazi, cumplió la orden a cabalidad: no sólo debía derrocar a Allende y su gobierno, no sólo debía descabezar “el camino pacífico al socialismo”, sino también, y sobre todo, borrar del mapa y de la historia cualquier vestigio de organización popular, los bolsones de resistencia y rebeldía(5) , e instalar en los sectores populares un terror ubicuo, asegurando la radicalización de la desigualdad y el “secuestro” del país para usarlo como banco de prueba del neoliberalismo salvaje según los lineamientos de los llamados “Chicago boys”.


Imágen: Allan McDonald
La élite serial killer

Esta predilección del sistema político hegemónico chileno por utilizar a los militares para reprimir y masacrar bárbaramente al pueblo, como lo hizo la dictadura cívico-militar encabezada por Pinochet, no es nueva.

La historia chilena rebosa de dramáticos ejemplos de represiones a sangre y fuego contra movilizaciones pacíficas de trabajadores y trabajadoras organizados reclamando sus derechos.

El caso más emblemático quizás sea la matanza de más de mil hombres, mujeres y niños ocurrida en la Escuela de Santa María, en la ciudad norteña de Iquique, a manos de la Marina y el Ejército chilenos el 21 de diciembre de 1907. Eran trabajadores y trabajadoras del salitre.

La historia de esta represión asesina quedó conmovedoramente narrada en la “Cantata de Santa María de Iquique”, del compositor Luis Advis e interpretada por el grupo chileno Quilapayún(6).

Vale la pena escucharla. Raramente una obra de este porte refleja los dolores y tragedias del pueblo trabajador.

Los militares chilenos, por tanto, cumplieron con su sangriento mandato ancestral de defender los intereses de la élite “dueña del país”, e incluso lideraron la creación —al influjo del sempiterno Kissinger— y funcionamiento de la Operación Cóndor, una coordinación represiva que involucró a militares chilenos, argentinos, paraguayos, bolivianos, uruguayos y brasileños con el fin de perseguir y exterminar a los supuestos “comunistas” de la región.

Este señor Kissinger, bañado en sangre latinoamericana, aún a sus 100 años se pasea por el mundo impunemente.

Además, quiero tu mente y tu alma

Pero la dictadura chilena, además de instalar el más radical modelo económico neoliberal conocido, de haber impuesto una Constitución mordaza y autoritaria, así como un sistema político títere y genuflexo, emplazó el terror mediante el control y la manipulación cotidianas del imaginario social, para lo cual contó con la complicidad casi sin excepciones de los medios de comunicación, detentados claramente por una élite oficialista y empresarial.

El nazi Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945, ya había acuñado la frase “Miente, miente, miente que siempre algo quedará”.

Sin duda, Pinochet y sus secuaces civiles y militares incorporaron esta enseñanza y la aplicaron a rajatabla, amparados en la impunidad y el monopolio de “la verdad” para manipular a la opinión pública, por ejemplo mediante campañas de revisión histórica para descalificar la figura de Allende, la autodeterminación de su gobierno, su capacidad para gestionar la economía, y fabricar un relato en el cual la mentira y el miedo eran las constantes.

La dictadura ha dejado encaramado al poder a un núcleo duro de derechistas de rancia estirpe neopinochetista, cuando no simplemente fascista, que esgrime las narraciones goebbelianas-chilenas para tensionar el debate público, sembrar miedo y desplazar el foco de la discusión de los temas centrales que realmente necesita discutir el país para superar, colectivamente, la etapa militar y sus rémoras aún vigentes.

Un momento histórico

Las negociaciones para la adopción de una nueva Constitución que borre los últimos vestigios del pinochetismo, son cruciales para abrir el camino posible por el cual retomar la marcha hacia una sociedad más justa, más libre, más democrática, más solidaria, para que se pueda cumplir la profecía de Salvador Allende en su último discurso desde La Moneda bombardeada: “Más temprano que tarde se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Revisitar este tramo de la historia regional deja pendiente un análisis sobre el sentido de la democracia, cómo los intentos de tomar el control de sus países han implicado sangre y retraso para los latinoamericanos, cómo esto se ha producido al influjo de lo que muchos llaman “la mayor democracia del planeta”.

¿Dónde están los verdaderos enemigos del desarrollo y la autodeterminación de América Latina? ¿Qué aportes pueden hacer los trabajadores y trabajadoras organizados en esta perspectiva? La memoria del Chile rebelde y valiente, y la de Salvador Allende, nos convocan.

Sin olvido, sin perdón

Días después del golpe militar en Chile, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, y su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, se felicitaron. “En tiempos de Eisenhower nos habrían tratado de héroes”, remarcó Kissinger. La transcripción de esa conversación, que se mantuvo oculta por décadas es uno de los más de 25 mil documentos desclasificados de Estados Unidos sobre Chile.


1 https://interferencia.cl/articulos/las-primeras-40-medidas-del-gobierno-de-la-unidad-popular
2 Véase el recientemente reeditado Pinochet desclasificado: Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile, de Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Chile y del Proyecto de Documentación de Cuba del National Security Archive estadounidense. El autor realizó un análisis de 25 mil documentos de Estados Unidos sobre Chile, desclasificados gracias a su trabajo de investigación de más de 40 años. Apoyándose en archivos secretos de organismos como la CIA, el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, Kornbluh reconstruye cómo la Casa Blanca intentó impedir la asunción de Salvador Allende a la Presidencia, gracias al rol clave del empresario chileno Agustín Edwards Eastman, entonces propietario del diario de derecha El Mercurio. Y cómo el apoyo a la dictadura de Augusto Pinochet fue impulsado por Henry Kissinger, cerebro de la intervención en Chile. Un respaldo que siguió incluso tras el atentado ordenado por Pinochet que asesinó a Orlando Letelier y a Ronni Moffitt en Washington, en 1976.
3 Ocupó la presidencia de Estados Unidos entre 1969 y 1974, cuando renunció a su cargo presionado por el caso Watergate.
4 https://www.chilevision.cl/operacion-chile-top-secret/capitulo-completo/operacion-chile-top-secret
5 Véase el film Cabros de mierda, del realizador chileno Gonzalo Justiniano, en https://vimeo.com/468355713 . Para acceder se debe usar el código cabroschile2020
6 https://www.youtube.com/watch?v=fVX_c54xA5U