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VI Informe sobre Cambio Climático

¡Qué narices tan grandes tienes, abuelita!

Luego de varios aplazamientos mientras se terminaban de cerrar los debates y consensuar el texto final, el resumen de 64 páginas del VI Informe sobre Cambio Climático producido por el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC; por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas, fue finalmente publicado a principios de abril. Debajo de la piedra, o detrás del bosque de advertencias, un implacable enfrentamiento de intereses.

Carlos Amorín

20 | 04 | 2022


Imagen: Ángel Boligan- Carton Club

La elaboración de este resumen destinado a los gobiernos del mundo reunió durante dos semanas a 400 personas, entre representantes gubernamentales de casi 200 países y el grupo de científicos que elaboró el mencionado Informe, un trabajo en el cual participaron 278 expertos que analizaron todo lo publicado en los últimos años con respecto al cambio climático.

En la síntesis de ese Informe se enfrentan enormes y opuestos intereses, y por ello existió una cerrada negociación en la cual cada uno quiso verse contemplado. Está previsto que el informe final, incluyendo el resumen, sea publicado en octubre de este año, con lo que se cerrará la sexta revisión del IPCC.

Lo que ya se sabía, pero peor

“Este informe del IPCC es una letanía de promesas climáticas incumplidas –expresó el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres. Es un archivo de la vergüenza, que cataloga las promesas vacías que nos ponen firmemente en el camino hacia un mundo invivible. Vamos por la vía rápida hacia el desastre climático. Es hora de que dejemos de quemar nuestro planeta y empecemos a invertir en las abundantes energías renovables que nos rodean”, añadió.

En esencia, el panel de expertos afirma que sólo queda una ventana de tres años para que el mundo frene las emisiones de gases de efecto invernadero y disminuya fuertemente el consumo de combustibles fósiles: el uso del carbón debería haber desaparecido para el 2050, el petróleo y sus derivados en un 60 por ciento y el gas en 70 por ciento. Más allá de ese plazo, el daño será irreversible.

Señalan los científicos que, con el nivel de los compromisos vigentes, el objetivo de controlar el aumento de la temperatura media del planeta a +1,5ºC está «fuera del alcance». En realidad, el mundo se dirige hacia un calentamiento «catastrófico» de 3,2ºC dice el Informe.

El estudio vuelve a ubicar en los países ricos la principal responsabilidad del deterioro de la atmósfera: América del Norte, Europa, Australia, Japón y Nueva Zelanda tenían el 22% de la población mundial en 2019, pero contribuyeron con el 43% de las emisiones acumuladas históricas de CO2 entre 1850-2019. África y Asia Meridional tenían el 61% de la población mundial en 2019, pero solo contribuyeron con el 11%.

El presidente del IPCC, el economista surcoreano Hoesung Lee, expresó que “Estamos ante una encrucijada. Las decisiones que tomemos ahora pueden garantizar un futuro viable. Tenemos las herramientas y el conocimiento necesarios para limitar el calentamiento, pero para que el calentamiento del planeta no genere cambios irreversibles, esas emisiones deben alcanzar su pico máximo en tres años, y luego caer drásticamente”, agregó.

¿De qué depende el clima en la Tierra?

Sin gases de efecto invernadero no podría haber vida en la Tierra. La temperatura de la superficie terrestre es regulada por estos gases –principalmente por el dióxido de carbono (CO₂)– que se acumulan en la atmósfera creando lo que se conoce como “efecto invernadero”. Esto es, la radiación solar penetra en la atmósfera, una parte es absorbida por la superficie del planeta y otra es despedida hacia la atmósfera donde el efecto invernadero hace de “filtro”: deja pasar hacia el espacio exterior una parte de la radiación rebotada, pero el resto lo retiene regulando así la temperatura de la Tierra.

Quiere decir que siempre hubo un “efecto invernadero”. El problema es que durante miles de años los seres humanos basaron su desarrollo en la agricultura y la caza. Y las principales fuentes de emisión de CO₂ provenían de una sociedad artesanal y rural.

Pero a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con la invención de la máquina a vapor y el inicio de la Revolución Industrial, la cantidad de dióxido de carbono acumulándose en la atmósfera no cesaría de aumentar. Las calderas fueron alimentadas primero con biomasa, pero rápidamente se pasó al carbón, cuya combustión es hasta hoy la principal fuente de emisión de CO₂ (40%).

La Revolución Industrial se consolidó en Europa, y luego se extendió a parte de Occidente. A principios del siglo XX, con la invención del automóvil y su fabricación en serie, se agregaron el petróleo y sus derivados como una nueva fuente de CO₂. Paralelamente, la deforestación también se aceleró provocando una disminución permanente de la absorción de dióxido de carbono por los bosques naturales.

Fue en la segunda mitad de ese siglo cuando se inició un incremento en flecha de las emisiones de gases de efecto invernadero, pasando de unas 5 mil megatoneladas anuales a más de 45 mil megatoneladas en la actualidad. Nótese que en los 800 mil años anteriores, la emisión de gases invernadero había alcanzado apenas a un máximo de 5 mil megatoneladas, y solo en los últimos 100 años aumentó en 40 mil, y continúa ascendiendo.

Haz lo que yo digo…

En 1988, por iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se creó el IPCC que en 1990 produjo su primer informe que confirmó lo que ya se venía registrando en los datos acumulados, esto es, una variación acelerada en el clima terrestre debido a la acumulación creciente de gases de efecto invernadero provocando un calentamiento de la atmósfera.

Las conclusiones del IPCC alentaron a los gobiernos a aprobar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En comparación con lo que suele ocurrir en general con los acuerdos internacionales, la negociación en este caso fue rápida. La Convención estaba lista para firmar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo que se celebró en 1992 en Río de Janeiro, conocida como “Cumbre para la Tierra”.

Sin embargo, las emisiones de CO₂ han seguido aumentando de forma casi ininterrumpida. El crecimiento solo se ha visto frenado por las crisis económicas. En 2015, tras décadas de discusiones, se aprobó el Acuerdo de París, el primer pacto que obliga a todos los países firmantes a presentar planes de recorte de sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Hasta ahora no se ha cumplido ninguna de las metas fijadas para el descenso y eliminación de los gases invernadero. Todo lo contrario, como se ha dicho, estos se han incrementado.

Muchos diagnósticos, poca acción

A la base de todo este proceso se encuentra indudablemente el modelo vigente de producción y distribución de bienes. Del consumismo al hiperconsumo, los países ricos han dado un salto mortal sin red demandando más energía, más minerales, más materias primas, más recursos naturales expoliados en todo el mundo, más acumulación de capital, en detrimento de los mínimos equilibrios naturales para asegurar la supervivencia humana –y de millones de especies animales y vegetales– sobre la Tierra.

El modelo es, pues, insostenible, y el neoliberalismo no ha hecho más que exacerbarlo. Ya no solo lo dicen las organizaciones sindicales y sociales. “Los patrones actuales de desarrollo insostenible están aumentando la exposición de los ecosistemas y las personas a los peligros climáticos”, señala el propio Informe del IPCC, y establece que entre 3.300 y 3.600 millones de seres humanos “son muy vulnerables” ante las posibles consecuencias del cambio climático.

Attenti al luppo

Los países ricos han basado su desarrollo en la destrucción acelerada y masiva del ambiente, del ambiente de todos y todas. Es ya innegable su enorme responsabilidad ante el cambio climático, mientras que los países menos desarrollados no solo han influido mucho menos en la actual situación, sino que además están más expuestos a padecer sus consecuencias.

El eje de todo el proceso que nos ha traído hasta aquí ha sido, sin duda, el ansia por el lucro a toda costa, caiga quien caiga. Como escribió Francisco de Quevedo: “Poderoso caballero es Don Dinero”. Una vez establecidas “las culpas”, ahora se trata de definir “quién paga los platos rotos” y, no menos importante, cómo y dónde se podría detener y revertir el cambio climático.

Numerosas voces de expertos y activistas sociales y sindicales expresan que es injusto que paguen “justos por pecadores”, y que por lo tanto el costo de las medidas de mitigación lo deben asumir los países ricos que, por otra parte, continúan siendo los principales emisores de gases invernadero.

Pero más allá de declaraciones diplomáticas y políticamente correctas, la realidad muestra que el capitalismo –el occidental y el oriental−, esto es, los propietarios de los medios de producción y de distribución que determinan las características del modelo económico, político y social, no están dispuestos a realizar reales esfuerzos mientras no se vean obligados a ello. Y que si llegara ese momento, permanecerán fieles a su receta más clásica: que paguen los de abajo.

Asimismo, una acción rápida y eficaz para reducir la catástrofe tendrá como consecuencia inevitable un descenso en los niveles de consumo de bienes y servicios a nivel planetario. Ello implicará una crisis profunda en los actuales modos de vida de las sociedades de la opulencia, pero también entre las élites y clases medias de los países en desarrollo, las cuales, como es notorio, tienen mayor capacidad para influir en las políticas públicas que los sectores menos favorecidos.

Resulta poco imaginable en la actualidad cómo se expresará en lo concreto, en la vida cotidiana, una posible reducción del uso de combustibles fósiles, cómo y dónde se reforestará lo talado y quién pagará por ello, dónde irán a parar las utilidades de los cambios tecnológicos indispensables y cómo se distribuirán, a quién beneficiará, si ocurre, un cambio de paradigma productivo.

Por eso, attenti al luppo. Porque por ahora se escuchan alertas, sirenas, y hasta rugidos que ponen el foco en lo urgente y necesario: frenar y revertir la tendencia hacia el desastre anunciado.

Pero también habrá que estar atentos al diseño del después, del mundo que asomará si se logra reunir las voluntades y los recursos económicos para hacer posible un futuro para la humanidad.


Una investigación de:

Con información de:
http://www.ccpy.gob.mx/internacional/antecedentes-historicos.php
https://datos.bancomundial.org/indicator/EN.ATM.GHGT.KT.CE?end=2018&start=2000&view=chart
https://elpais.com/especiales/2019/el-co2-en-el-cambio-climatico/
https://www.theguardian.com/environment/2022/mar/07/climate-crisis-amazon-rainforest-tipping-point
https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2022-04-04/ultimatum-cientifico-las-emisiones-deben-tocar-techo-antes-de-2025-y-luego-caer-drasticamente-para-evitar-la-catastrofe-climatica.html
AFP, Reuters, Infobae, La Jornada, El País e información propia.