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Belela

La dama de acero y seda

Carlos Amorín

19 | 5 | 2025


María Bernabela Herrera Sanguinetti | Foto: Lucía Iglesias

María Bernabela Herrera Sanguinetti, a la que todos conocíamos como “Belela”, murió el sábado 17 a los 98 años. Fue Vicecanciller de la República entre 2005 y 2008. Profesora, política, activista de los derechos humanos, mujer valiente, solidaria y comprometida con los más vulnerables, siempre estuvo dispuesta a ayudar a quien lo necesitara.

Coraje de mujer

Fue reconocida internacionalmente por su papel al frente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet. En ese rol salvó centenares de vidas al darle refugio y protección a muchos perseguidos, incluso a menudo en detrimento de su propia seguridad. En varias ocasiones usó su propio vehículo con matrícula diplomática, para sacar a personas perseguidas hacia países vecinos.

Belela continuó luego vinculada a la ONU en varios países de América Latine y el Caribe, en España y en Sudáfrica. De regreso a Uruguay ocupó la presidencia de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio –actualmente en el gobierno–, y entre 1987 y 1989 se sumó a la Comisión Pro Referéndum, que reunió a personalidades de diversos orígenes políticos para derogar la llamada “Ley de Caducidad” por la cual el Estado renunciaba a su capacidad de perseguir a los violadores de los derechos humanos durante la dictadura militar (1973-1985).

Sirviendo al país

En 1995 asumió la Dirección de Cooperación y Relaciones Internacionales de la Intendencia de Montevideo, entonces conducida por Tabaré Vázquez del Frente Amplio. Permaneció allí hasta 2005, cuando el Frente Amplio tomó posesión del gobierno nacional por primera vez en la historia luego de ganar las elecciones de 2004. Fue designada entonces Vicecanciller de la República, cargo que mantendría hasta su retiro de la actividad política activa en 2008.

Belela recibió incontables premios y distinciones por su incansable y comprometida labor en defensa de los derechos humanos, la justicia social y la libertad. Su última aparición pública fue el pasado 1 de marzo durante el acto de asunción del actual presidente Yamandú Orsi, al que acudió en una silla de ruedas conducida por uno de sus hijos, el cineasta César Charlone.

Gracias por la vida

En 1973, cuando Chile ardía, quien escribe estas líneas, entonces con 18 años, había llegado desde Uruguay a Santiago perseguido por el totalitarismo de los militares uruguayos. Muchos sentíamos que aquel gobierno popular y valiente de Salvador Allende podía ser derrocado de forma inminente. Alguien pasó el dato:

—Vayan a la embajada uruguaya, pregunten por la señora Herrera y pídanle un pasaporte. Hay que llevar una foto.

Por insensato que pareciera, eso hicimos varios, no sé cuántos, pero muchos. El embajador de ese momento, César Charlone Ortega, había sido designado por Jorge Pacheco Areco quien hasta 1971 había gobernado el país con mano de hierro, responsable entre otras muchas cosas del inicio de las torturas sistemáticas a los presos políticos, la muerte de estudiantes en represiones callejeras, negociados y corrupción generalizada.

La señora Herrera me recibió con amabilidad, quizás hasta con ternura ya que, probablemente, tendría yo la edad de alguno de sus hijos. Volví a los tres días, y me entregaron el pasaporte uruguayo. La señora Herrera no era otra que Belela, todavía, y por poco tiempo más, esposa del embajador Charlone. Ella tramitó y expidió personalmente, sin autorización oficial alguna, todos los pasaportes que pudo, mientras tuvo a su alcance los documentos originales para hacerlos.

Ese pasaporte me sirvió para escapar de Chile primero, y luego de la cacería humana desatada en Argentina por el Plan Cóndor, la coordinación represiva entre los militares chilenos, argentinos, uruguayos, paraguayos y brasileños.

Desde entonces siempre he guardado a Belela, a la que nunca volví a ver personalmente, en un rincón especial de mi corazón, porque a mí, como a muchos, muchos otros y otras, Belela me salvó la vida.

¡Gracias, y buen viaje!