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Una contaminación récord a nivel sudamericano

El Paraná, el río donde el glifosato
es rey

Una investigación científica realizada a lo largo de varios años encontró que uno de los afluentes del río Paraná, en la provincia argentina de Entre Ríos, presenta los niveles de concentración más altos de glifosato de toda América Latina. Y otros están altamente contaminados por ese veneno que provoca enfermedades y aniquila el medio ambiente.

Daniel Gatti

24 | 6 | 2025


Imagen: Allan McDonald`s – Rel UITA

Llevado a cabo por expertos de cuatro instituciones públicas de Argentina*, el estudio fue publicado en la revista científica Water Environment Research y presentado ante el VIII Congreso Internacional de Salud Socioambiental, organizado entre el 10 y el 12 de junio en Rosario, provincia de Santa Fe.

“Nuestro objetivo era estudiar en profundidad un fenómeno que veníamos dilucidando hace muchos años, tanto en Santa Fe como en Entre Ríos, que es la contaminación de los cursos de agua, sobre todo los arroyos, que desaguan en el río Paraná”, dijo el biólogo Rafael Lajmanovich, que dirigió el trabajo.

Para ello, el equipo investigador evaluó “la contaminación compleja causada por actividades antrópicas relacionadas con actividades urbanas, industriales y agrícolas en cuatro arroyos de Entre Ríos (Las Conchas, Espinillo, Crespo y Las Tunas)”.

Varios de los investigadores vienen trabajando sobre el tema desde hacía algo menos de dos décadas y preveían por tanto obtener resultados alarmantes, pero lo que hallaron fue peor de lo que imaginaban.

Según consignó el diario La Capital en un informe, en varios arroyos afluentes del Paraná “se documentaron condiciones de extrema toxicidad: cócteles de agrotóxicos, coloración negra, olor pútrido, oxígeno disuelto por debajo de niveles críticos y niveles de Escherichia coli miles de veces superiores a los valores guía para la vida acuática”.

La totalidad de unos renacuajos expuestos a bioensayos “murieron tras 24 horas”.

¿Peor imposible?

En los barros del arroyo Las Conchas se toparon con los niveles de concentración de glifosato más altos de América del Sur (5002 µg/kg, según se precisa en el estudio) y en las aguas del arroyo Las Tunas hallaron “los mayores cocteles contaminantes de agroquímicos y una gran contaminación bacteriana”.

Ambos están afectados por “un proceso de contaminación de muchos años. En otros sitios parecería ser algo más reciente, pero está impactando gravemente”, dijo Lajmanovich al resumir el trabajo. Y apuntó que “todo está inmerso en un sistema productivo con acumulación de sustancias en los sedimentos, sobre todo glifosato”.

La calidad del agua era particularmente mala en las cercanías de los puntos de descarga industrial, con “niveles elevados de amonio, demanda biológica de oxígeno, demanda química de oxígeno y altas concentraciones de metales que excedían las pautas ambientales”.

Un combo contaminante

Cuando los científicos responsables del estudio acusan al “sistema productivo” de ser responsable de esta degradación ambiental y sanitaria se refieren específicamente al empleo intensivo de agrotóxicos (pesticidas, herbicidas) en el tratamiento de los cultivos agrícolas, que en su gran mayoría son transgénicos.

“El uso de pesticidas en actividades agrícolas se señala como una de las principales fuentes de contaminación del agua en América del Sur”, y especialmente en Argentina, “el tercer país del mundo con las mayores cantidades de cultivos transgénicos tratados intensamente con glifosato”, escriben en su texto.

Y aclaran: “De hecho, la región más productiva, conocida como la Pampa Argentina, se identifica como un punto crítico de glifosato a escala mundial”.

A esa región pertenecen precisamente las provincias de Entre Ríos y Santa Fe, caracterizadas, además, “por la presencia de microplásticos, que tienen un impacto sinérgico con los plaguicidas en la fauna acuática”.

De banda verde a banda amarilla

La investigación fue dedicada a Daniel Verzeñassi, “activista ambiental y miembro del Foro Ecologista de Paraná, por su labor social y sus esfuerzos para detener el uso de pesticidas agrícolas en alimentos y seres humanos”.

“Nos enseñó que lo que hay en la base de estos desastres es una manera de ver el mundo, de concebir el llamado ‘desarrollo’”, dijo Lajmanovich. Al igual que su maestro, este doctor en eciencias naturales y licenciado en biodiversidad defiende la necesidad de “un nuevo modelo de producción agrícola”.

En una entrevista que le realizaran en 2018 sobre las consecuencias del glifosato y otras sustancias que están en la base de los principales herbicidas y pesticidas empleados en la agricultura, Verseñassi fue particularmente gráfico.

“Cuando venía ayer por la ruta −dijo− pasamos por un maizal y sentíamos el olor al veneno. Y no estaban fumigando, ya lo habían hecho. Por eso es mentira eso del uso seguro y responsable de los agrotóxicos y las buenas prácticas agrícolas, porque hay un primer efecto cuando se tira el veneno y un segundo cuando el veneno se levanta y queda en el aire cuando la temperatura lo vaporiza”.

El glifosato vivo y coleando

Sin embargo, a pesar de las evidencias acumuladas que demuestran la altísima toxicidad de esta sustancia para todos los seres vivos, y que llevaron en 2014 a una dependencia de la Organización Mundial de la Salud a clasificarlo como “probablemente cancerígeno”, el glifosato sigue teniendo vida.

No es ya visto como la panacea, como sucedía décadas atrás, cuando se lo clasificaba con “banda verde, la menos dañina entre los venenos que se pueden tirar”, destacó Verseñassi en aquella ocasión, pero no ha ingresado aún en la categoría 1, la de máximo riesgo.

Pasó del cuarto nivel de peligrosidad a un nivel 2 A, de la banda verde de los comienzos a la azul primero y la amarilla después.

Ahora estamos contando cuántos mueren, y cuando logremos cierta cantidad de muertos entonces si dirán que es categoría 1, pero por ahora es 2A”, dijo el bioquímico argentino.

Y eso sucede en (algunos) países centrales. Por el sur, y especialmente por las patrias glifosateadas del sur del sur, nada. O casi nada.

Acá el glifosato no ha sido reclasificado. Es clase 4 o banda verde”, dijo Daniel Verseñassi seis años atrás.

Sigue siendo así.