Cinco décadas después, el Cóndor sigue volando
A 50 años de la activación formal del Plan Cóndor, la Universidad de la República de Uruguay organizó un seminario internacional con participación de investigadores latinoamericanos, europeos y estadounidenses. “El miedo sigue permeando a nuestras sociedades”, dijeron algunos de los participantes.
Daniel Gatti
10 | 11 | 2025

Imagen: Nodal
El Plan Cóndor nació en los papeles el 25 de noviembre de 1975, cuando se reunieron en Santiago, por invitación del gobierno de Augusto Pinochet, representantes de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia de las dictaduras de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Poco después se sumarían a la operación Brasil, Perú y Ecuador.
La idea era crear una estructura orgánica de cooperación entre los aparatos represivos de las dictaduras cívico-militares del área, patrocinadas y armadas por Estados Unidos. Sus víctimas se contaron por decenas de miles.
No era precisamente nueva esa coordinación: el régimen que siguió a la caída del gobierno democrático de Joao Goulart en Brasil, en 1964, ya había actuado formando represores de los países vecinos, junto a instructores estadounidenses y franceses.
Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Brasil y estrecho colaborador de la Rel UITA, suele decir que el Cóndor, en realidad, nació en ese país y que de ahí se fue expandiendo.
“Los militares brasileños eran los hermanos mayores de los uruguayos, los argentinos, los chilenos. Les enseñaron”, confirma la estadounidense Patrice Mc Sherry, politóloga estadounidense de la Universidad de Long Island que figura entre las pioneras de los estudios sobre este plan.
El fin formal de las dictaduras, en la década de los ochenta, tampoco marcaría la extinción del Cóndor, pues “mano de obra desocupada” de diversos regímenes sudamericanos pasó a prestar servicio países de América Central como Guatemala, Honduras, El Salvador.
Esta semana la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República de Uruguay organizó un seminario para analizar del derecho y del revés la génesis y el funcionamiento de esa cooperación represiva: “50 años después del Cóndor. Revisión y nuevas perspectivas de investigación”.
Hubo participación de académicos latinoamericanos (argentinos, chilenos, brasileños, mexicanos, colombianos y por supuesto uruguayos), estadounidenses (Mc Sherry) y europeos. También de representantes de organizaciones de derechos humanos y de escritores.
Un punto en común de varias intervenciones fue resaltar la permanencia del miedo en las sociedades latinoamericanas a pesar del pasaje del tiempo y el temor de que alguna forma de terrorismo de Estado retorne a la región.
Hay distintas maneras de que “los mismos de siempre” inculquen el terror en las sociedades, dijeron varios, y citaron las excusas de la guerra contra el narcotráfico o contra el “narcoterrorismo” tan a la moda actualmente en el Caribe o el Pacífico, con los ataques estadounidenses a lanchas que ya han causado decenas de muertes.
O la masacre policial en las favelas de Río de Janeiro, en la que fueron asesinados decenas de habitantes de esos territorios de miseria y marginalidad, narcos o no, delincuentes o no, por orden del gobernador ultraderechista Claudio Castro, cercano aliado del ex presidente Jair Bolsonaro.
Bolsonaro fue derrotado en las últimas elecciones, pero existe en Brasil “un bolsonarismo social” muy extendido, recordaron académicos de ese país.
En Argentina, Javier Milei sigue la misma línea, y al igual que Bolsonaro está rodeado de nostálgicos e incluso de participantes de las dictaduras del Cóndor.
“Hemos naturalizado la violencia estatal”, dijo una representante de la asociación Memoria en Libertad, que reúne a hijos e hijas de ex presos políticos de la dictadura uruguaya, mientras el escritor Fernando Butazzoni afirmó que “hay todavía miedo en el aire”.
“Ya no es acaso un miedo a un levantamiento militar como en el pasado, pero sí al regreso de las Fuerzas Armadas a las calles” para combatir la “inseguridad”, dijo Butazzoni, autor de varios libros de ficción que tienen como trasfondo los tiempos del Cóndor en América Latina.
Es como si persistiera un “estrés post traumático en nuestras sociedades” que se manifiesta, por ejemplo, en que periodistas o docentes no se animen a tratar ciertos temas, “ya no por el temor a desaparecer o a ser asesinados sino a perder su trabajo”. “Y eso es terrible”.
“El miedo envenena, envenena las relaciones humanas, el alma de las personas”, insistió Butazzoni, y se preguntó, ironizando apenas, si en la sala no habría “algún informante de los servicios” de inteligencia. “Seguramente”, comentó el historiador Carlos Demasi, y algunos sonrieron.
“Que nos preguntemos algo así tiene que ver con ese miedo” y “encararlo y combatirlo” cobra todavía hoy una importancia mayúscula, deslizó el escritor.
Demasi apuntó: “Tenemos conciencia de que el Cóndor puede reactivarse en cualquier momento”, con otras alas. O con las mismas.
También para Mariana Achugar, docente en la Facultad de Información y Comunicación de Uruguay, un temor difuso se ha enquistado en las sociedades sudamericanas y se ha transmitido a las nuevas generaciones.
“El Plan Cóndor sigue, no desapareció”, y tiene “continuidades en el presente, con efectos psicológicos, materiales y simbólicos”, agregó, y destacó el trabajo de zapa realizado con perseverancia desde los grupos de poder para consagrar un modelo económico “extractivista y exportador” que se ha consolidado desde los años setenta.
En una visita reciente a Montevideo, uno de los responsables de la revista Crisis, Mario Santucho, dijo que con Milei “el miedo retornó a la sociedad argentina”.
“El mapa del Cóndor hoy se ve en un desierto verde, corazón del agronegocio mundial, en el que los nuevos subversivos son los defensores ambientalistas”, señaló Achugar en el seminario montevideano, pero destacó que desde la sociedad civil se han activado, en los últimos años, reflejos de reacción.
Desde las organizaciones de defensa de los derechos humanos hasta grupos ecologistas y organizaciones sindicales hay en gestación un “contra Cóndor” que necesita ahora mayor vitalidad, sugirió, para poder pasar a la ofensiva y que el miedo cambie de bando.
