Apoya la campaña de ALDAW contra la expansión de los cultivos de palma
Campaña
La selva vale más que la palma aceitera
“La expansión de monocultivos de palma es para nuestra gente una tragedia. Destroza nuestro territorio ancestral y los bosques, llevándonos a la miseria”, dice Artiso Mandawa, director de la red, desde la isla Palawan.
ALDAW niega toda validez a la argumentación del gobierno de que con la expansión de la palma se podría combatir la pobreza y considera inadmisible su afirmación de que las tierras en que se implantaría el cultivo son “improductivas” y están “deshabitadas”.
Por el contrario, dicen, pertenecen a pequeños campesinos e indígenas que allí cultivan arroz y legumbres y recolectan frutas, plantas medicinales y materiales para la construcción de sus viviendas. Los ríos abastecen agua limpia.
“Si nos quitan la tierra, nuestras familias morirán de hambre. No nos queda más remedio que oponernos”, dice Rubenson Batuto, un indígena higaonon de la isla Mindanao. “Como habitantes ancestrales tenemos derecho a la tierra, aunque hasta hoy día nos sea negado”.
La expansión de la palma aceitera, que se utiliza para la producción de biocombustibles y alimentos, sólo ha sido posible después de escandalosos robos de tierras y rápida deforestación, dice la campaña “Salva la selva”, que apoya la iniciativa de la ALDAW.
“A indígenas y campesinado no les queda otra salida que convertirse en trabajadores de los monocultivos de palma, cuya expansión ha venido acompañada de hambre y pobreza, beneficiando únicamente intereses privados. Se ha difundido ampliamente la información de que los biocombustibles producidos de aceite de palma son la solución a las elevadas emisiones de carbono de los combustibles fósiles tradicionales, dan mayor independencia energética y son una herramienta para erradicar la pobreza. Pero esto está lejos de ser verdad”.
Según denuncia “Salva la selva”, el negocio de la palma en Palawan está en manos de Palawan Palm & Vegetable Oil Mills Inc. y su filial Agumil Philippines Inc, establecidas a través de asociaciones entre inversores de Filipinas, Singapur y Malasia.
“Estamos prisioneros en nuestras tierras. Se han extendido nuevas plagas de las plantaciones de palma vecinas hacia las granjas, destruyendo miles de nuestros cocoteros plantados por nuestros padres y abuelos, así como otros cultivos. En las plantaciones de palma las condiciones laborales son de explotación y se da incluso el trabajo infantil”, dice Mandawa.