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Encuentran en Argentina al “nieto 140”

“Al final, hay recompensa”

En los años 1970, la dictadura argentina se apropió de alrededor de 500 hijos e hijas de militantes desaparecidos. Abuelas de Plaza de Mayo acaba de encontrar al llamado “nieto 140”.

Daniel Gatti

8 | 7 | 2025


Foto: M24

Se trata de un hombre nacido en cautiverio en abril de 1977 en el centro clandestino de detención llamado La Escuelita, en la ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, y que actualmente vive en Buenos Aires.

Sus apellidos biológicos son Metz, por su padre Raúl, y Romero, por su madre Graciela. Por ahora no se conocen muchos más datos de este “nieto recuperado” que hoy transita sus 48 años.

Graciela tenía 24 cuando él nació. En octubre de 1976 ella y Raúl, que tenía 23, habían sido secuestrados por una patota militar en la casa en que ambos vivían en Cutral Co junto a su hija Adriana, que por entonces era una bebita de apenas año y medio.

En cautiverio Graciela fue sometida, como el conjunto de los detenidos, a todo tipo de torturas, pero era controlada médicamente para que llegara a dar a luz con el fin de apropiarse de su hijo o hija.

En 1981, Alicia Portnoy, una sobreviviente de los campos que estuvo en contacto con ella pudo comunicarse con su familia para avisarles por carta que Graciela había tenido un varón el 17 de abril de 1977.

Les dijo también que la joven había podido estar con su hijo unos pocos días y que luego uno de sus torturadores se lo quitó y se lo llevó. Nada más se supo de ella. Desde enero de 1977 tampoco se supo más de Raúl.

A Adriana los secuestradores la entregaron a un vecino. “Tomá, criala como si fuera tuya”, le dijeron, sabiendo ya que sus padres nunca regresarían, pero el vecino se comunicó con los abuelos paternos de la bebé, Oscar y Elsa, que se la llevaron a vivir con ellos a Bahía Blanca.

Botella al mar

Adriana buscó a su hermano “desde que tiene uso de razón”, según dijo el lunes. Se había enterado que ese hermano estaba vivo cuando el abuelo Oscar leyó en voz alta la carta que les había enviado Portnoy. Tenía seis años.

Oscar murió poco después, en 1982, y Elsa la crio hasta que, enferma, ya no pudo hacerlo. Adriana tenía 14 años cuando se trasladó a Mar del Plata a vivir con una tía materna. Allí se quedó.

Como para muchos otros familiares de desaparecidos, llegó un momento –le dijo el lunes 7 al diario Página 12– en que quiso disponer de algún instrumento para usarlo como “una botella al mar”. Quién sabe si algún día, del modo que fuera, le pudiera llegar a su hermano.

Hubo quienes crearon páginas de Facebook, quienes subieron fotos a Instagram, quienes escribieron y escribieron pensando en leérselas, llegado el caso, a sus familiares por fin reencontrados.

En el caso de Adriana fue un blog, que inició en 2009 y al que llamó “Poncho de lana”, por la prenda que, según le dijeron, su madre usaba todos los inviernos para enfrentar el frío del sur de la provincia de Buenos Aires.

“Soy Adriana y te estoy buscando junto con muchas personas más que conocieron a nuestros padres”, escribió en el blog, y le contó a su hermano la historia de sus padres.
Graciela era estudiante de economía, una carrera que abandonó para dedicarse de lleno a la militancia. María Elena, su hermana menor, también fue asesinada ese mismo 1977 por la dictadura.

Raúl, que tenía diez hermanos, incluido uno mellizo, nació en una familia obrera y politizada, militante de toda la vida del Partido Comunista. Con 13 años ya trabajaba, y con 19 ya había pasado por las cárceles de otra dictadura, la del general Juan Carlos Onganía, junto a su hermano mellizo.

Entre las personas que organizaron una campaña para liberarlo estaba Graciela. Se conocieron tiempo después, militaron en organizaciones sociales y luego en el Partido Revolucionario de los Trabajadores.

Referente de Abuelas

En 2012 Adriana se sumó a trabajar con las Abuelas de Plaza de Mayo en Mar del Plata. Once años más tarde pasó a integrar la directiva nacional de la asociación.

Fue su hermano quien se contactó con ella después que se hiciera los análisis de ADN que le confirmaron que era hijo de Graciela Romero y Raúl Metz. Tiempo antes las Abuelas habían llegado a él con datos suficientemente sólidos sobre su filiación real.

Adriana y su hermano tuvieron hasta ahora una charla por video conferencia. “Voy a respetar sus tiempos. Espero verlo cuanto antes”, dijo ella, que en octubre cumple 50 años.

Muy poco sabe todavía de él. “Que fue criado como hijo único”, por ejemplo. “Ahora tiene una familia. Y la sangre tira, como decía la abuela Elsa”.

Resistencia

La recuperación del “nieto 140”, el segundo en este año y el tercero desde diciembre, tiene lugar en momentos en que el gobierno del ultraderechista Javier Milei está haciendo todo lo posible por desmantelar las estructuras montadas por el Estado en años anteriores relacionadas con las políticas de memoria, verdad y justicia.

Entre esas estructuras figura el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), donde se almacenan las muestras de ADN de familiares de desaparecidos, “intervenido” por el gobierno la semana pasada, y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), a la que se privó de acceso a archivos de unidades militares.

Es un enorme retroceso lo que está pasando, piensa Adriana Romero Metz. “Pero al final las cosas se dan. Tarda en llegar, pero hay recompensa”.