Agricultura bombardeada
En el Seminario Nacional de Salud y Trabajo en el Sector de la Alimentación organizado por la CONTAC y nuestra Internacional (Chapecó, 25 e 26 de julio), los agrotóxicos y el cártel de transnacionales fueron parte de la agenda.
Gerardo Iglesias
20 | 8 | 2024
Imagen: Allan McDonald
El envenenamiento por biocidas en Brasil trepa a una situación de calamidad pública, augurándose su exacerbación en los próximos años. Jair Bolsonaro fue el hombre “Elegido” , calzó a la medida del agronegocio: y el hambre se juntó con las ganas de comer.
Bolsonaro, defensor de la tenencia y utilización masiva de armas, quien supo manifestar sin pudor: “Hay que hacer lo que dejó pasar la dictadura: matar a 30.000 personas”, llegó a la administración del gobierno federal para suministrar también más poder de fuego al arsenal químico de los ruralistas que a diario acribillan lo propio y lo ajeno, a ras del suelo y llegando a lo profundo de los acuíferos, transformando a la naturaleza y el medio ambiente en un campo de batalla.
El poderoso Frente Parlamentario Agropecuario (44% en diputados y 33% en senadores) catapultó a Bolsonaro a la Presidencia el 1 de enero de 2019.
El Elegido —leal y agradecido—, supo retribuir tamaño favor designando ministra de Agricultura a la líder de la bancada rural, Tereza Cristina —la “Musa del Veneno”, calificada así por sus propios colegas—.
Lo inédito del bolsonarismo fue el dinamismo impuesto en la tramitación de nuevas licencias —registrando un récord absoluto y absurdo—, y a Brasil ingresó todo el desecho que países civilizados —de doble moral— prohíben. En la actualidad el país importa de la Unión Europea más de 10 mil toneladas de pesticidas prohibidos en el viejo continente.
De todas maneras, sería exagerado e inexacto cargar toda la culpabilidad sobre el exmandatario. La construcción de la matriz agraria hegemónica se perpetúa en Brasil desde los años 60 con la “Revolución Verde”, el proceso mundial exportado por Estados Unidos, que marcó un hito en la “quimificación de la agricultura a través del uso intensivo de plaguicidas”, como asevera Cecilia Gárgano, investigadora argentina.
“La agricultura industrial depende más del petróleo que de la tierra”, como bien lo define Jorge Riechmann. Se trata de una agricultura suicida, químicamente dependiente, de plantas adictas.
Con una agricultura hecha a la medida y demanda de la industria química-farmaceútica, el mercado mundial de agrotóxicos no deja de crecer. En los últimos 10 años se incrementó un 93% a escala global, pero en Brasil fue de 190%.
Por ello no es de extrañar que más de 90% de los análisis de agua realizados en Brasil detectaron la presencia de agrotóxicos; que después de Nigeria y la India, Brasil sea quien aplica el mayor porcentaje de PAP (Pesticida Altamente Peligrosos) en sus campos, y que además estudios científicos hayan detectado glifosato en leche materna, como lo señaló Carlos Amorín en esta página.
Mientras Brasil y el mundo cuentan los muertos por agrotóxicos, un puñadito de transnacionales factura como nunca en nombre de la agricultura moderna y el combate al hambre.