“Por esos muertos, nuestros muertos, pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo.
Para los que defendieron este crimen, pido castigo.”
(Los Enemigos-Pablo Neruda)
Este 6 de diciembre el movimiento sindical recuerda los 90 años de la masacre de las bananeras, un acontecimiento que la historia colombiana intentó, sin éxito, disimular.
En noviembre de 1928, más de 30.000 trabajadores de la compañía estadounidense United Fruit Company (hoy Chiquita Brands) estaban en huelga en la zona bananera del Magdalena, luego que la empresa se negara a estudiar un pliego petitorio que solicitaba celebrar contratos de trabajo, aumento salarial, el pago de sus salarios en dinero, y no en vales, y el cierre de los comisariatos de la Compañía bananera.
El gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez los había calificado como malhechores e insurrectos y había declarado el estado de sitio y el toque de queda.
En la estación del ferrocarril de Ciénaga, el 6 de diciembre de 1928 donde había reunidos más de 7.000 trabajadores, el ejército colombiano abrió fuego contra los huelguistas.
La masacre perpetrada fue la respuesta de la United Fruit Company a la huelga convocada por los sindicatos y marcó el servilismo y la connivencia de los gobiernos con las grandes compañías, algo que lamentablemente aún persiste 90 años después.
1928
Ciénaga
Matazón
En las orillas de Ciénega, un oleaje de mar y de banderas. Los huelguistas han venido desde todas las distancias, hombres de machete al ciento, mujeres cargadas de ollas y de niños, y aquí, rodeados de fogatas, esperan. Les han prometido que esta noche la empresa firmará el acuerdo que pondrá fin a la huelga.
En lugar del gerente de la United Fruit, llega el general Cortés Vargas. En lugar del acuerdo, les lee un ultimátum.
La multitud no se mueve. Tres veces suena, advirtiendo, el clarín militar.
Y entonces, de pronto, revienta el mundo, súbito trueno de truenos, y se vacían las ametralladoras y los rifles.
Queda la plaza alfombrada de muertos. Los soldados la barren y la lavan, durante toda la noche, mientras los barcos arrojan a los muertos mar adentro; y al amanecer no pasa nada.
En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca.
Eduardo Galeano
Memoria del Fuego III
El siglo del viento