-¿Cuántos jóvenes fueron formados por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y por el proyecto de Fundamilenio y cuántos ya están trabajando?
-Unos 300, y de esos 210 ya están trabajando.
No es sencillo insertar a estos chicos al mercado laboral porque vienen de no hacer nada, de no tener ningún tipo de reglas y de pronto se enfrentan al duro trabajo en el campo, que requiere levantarse a la madrugada.
Hubo varios que no se adaptaron por diversos motivos.
De todas formas se trata de 90 en 300, así que podemos decir que fue mayormente exitoso el programa.
-¿Siguen sumándose jóvenes?
-Afortunadamente sí. Ya tenemos un nuevo grupo de 35 que solicitaron ingresar a este programa que debería estar institucionalizado. El tema es que es bastante costoso y eso torna difícil su institucionalización.
-Hay que romper con el paradigma de que el trabajo en las plantaciones de banano es penoso y se gana mal…
-El trabajo en el campo en general es un trabajo físico que requiere de esfuerzo. Lo que hemos tenido que desterrar fueron los mitos que estaban instalados entre los jóvenes sobre el trabajo en las bananeras.
Se decía que los trabajadores seguían siendo esclavos, que no se les pagaba bien o que había un tema de violencia contra ellos.
Por otro lado hay un gran desconocimiento del proceso de dignificación del trabajador bananero que se logró a través del Sintrainagro.
La vida del trabajador bananero ha avanzado en diversos aspectos, pero todavía se lo asocia con el consumo elevado de alcohol y con una vida social censurable. Se asocia también la falta de plata con bajos salarios y no con la mala administración personal de cada obrero.
Hay un desconocimiento inmenso sobre lo que es estar vinculado a una finca bananera y sobre el accionar del sindicato.
-¿Se ha fallado en difundir lo positivo que se ha hecho?
-Sí, y hay cierto grado de ingenuidad en la organización sindical y falta una política de comunicación para dar a conocer los beneficios alcanzados.
Los trabajadores bananeros y sus familias cuentan con vivienda y/o con subsidios habitacionales que no tienen obreros de otros sectores en Colombia y eso es un logro del sindicato, pero muchas veces pasa como que es algo que ofrecen las empresas, y no es así. No les regalaron nada.
Tienen ese beneficio por convención, gracias al accionar sindical y por eso se convirtió en ley. Por lo tanto, las empresas tienen que cumplir. En hacer notar eso hemos fallado porque todo lo que se tiene fue en base a lucha, mucha lucha.
Si se sigue mostrando las virtudes de tener un trabajo digno sin dudas se favorecerá el relevo generacional, pero no nos podemos quedar solo con una línea de acción. Ahí es donde reside la dificultad.
Estamos en la línea de formar para el trabajo, pero hemos dejado de lado la formación sindical de los noveles trabajadores y trabajadoras. El proyecto tiene esa falencia que tenemos que ver cómo salvar.
Estamos limitados en recursos pero tenemos que aprovechar el espacio que da la Fundación para trabajar en la formación sindical.
-Hay muchas mujeres jóvenes participando del proyecto…
-Sí. El 80 por ciento de los participantes son mujeres jóvenes y eso es muy positivo. Son muy buenas trabajadoras cuando les toca desempeñarse en las empresas.
Hay 100 chicas que son cabezas de familia. Se registra un alto índice de embarazo adolescente, pero esa es una línea de trabajo aparte.
Hay falta de empoderamiento femenino, hay mucho machismo todavía y eso tiene que ver con esta realidad compleja.
Tampoco tienen oportunidades y se trata igualmente de un tema cultural que se debe revertir.
El año pasado hicimos un trabajo con una fundación de Dinamarca sobre formación sindical y se eligieron delegadas mujeres en la mayoría de los grupos, lo que da la pauta de que no es falta de capacidad sino de oportunidad.
No es una tarea sencilla, pero en eso estamos.
En Apartadó, Gerardo Iglesias