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A Ramón Barrantes Cascante

Nuestro hasta siempre

Secretario general del Sindicato de Trabajadores Agrícolas Ganaderos y Anexos de Heredia y cofundador y dirigente de la Coordinadora de Sindicatos Bananeros de Costa Rica (COSIBACR), Ramón fue el principal protagonista de la fundación de la Coordinadora Latinoamericana de Sindicatos Bananeros y Agroindustriales (COLSIBA).

Gerardo Iglesias


Foto: Gerardo Iglesias

Fue un dirigente finca adentro, en cercanía constante con los trabajadores y las trabajadoras del banano. Los maltratados por la agroindustria exportadora. Los olvidados por las autoridades de gobierno. Esos y esas que las empresas certificadoras muestran siempre sonrientes y agradecidos al capital transnacional frutero.

Una vez con Guillermo Rivera (Sintrainagro), Alberto Broch (Contag) y quien suscribe, nos fuimos a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Cuando llegamos, Ramón ya andaba por esos lares. El hotel, donde además se realizaba el seminario internacional, parecía una enorme hacienda y los huéspedes se distribuían en una serie de bungalós para grupos de seis personas.

Guillermo, desaforado, se negó a quedarse en la cabaña destinada a los latinos cuando supo que Ramón también estaría allí. De nada sirvieron súplicas, gritos y enardecidas gesticulaciones. Nadie de la recepción del hotel entendió cuál era el problema: la estridencia de los ronquidos de su amigo Ramón.

La verdad es que Guillermo no exageraba en lo más mínimo. La “roncadera” de Ramón era un infierno, un fenómeno acústico inconcebible digno de estudio, cuya intensidad hacía cimbrar la cabaña de nobles maderas. La segunda noche, un perrito que andaba detrás nuestro desde nuestra llegada comenzó a aullar en el portal, atemorizado al escuchar el bestial bufido.

Guillermo cuenta que le dio tanta pena el pobre animalito que salió para consolarlo. En eso apareció Ramón, que era un gigante en lo alto y por lo ancho. Su barba hirsuta y su cabellera alborotada y aquel descomunal pelambre en todo su cuerpo lo hacía parecer a una criatura que había sido tejida.

Guillermo relata que cuando el perrito vio a Ramón y toda su humanidad en paños menores, los ojos se le salieron de las órbitas y pegó un chillido tan lastimoso que despertó a todos los huéspedes del hotel.

“Pasamos 10 días allí, y al perrito nunca más lo vimos, debe estar corriendo todavía y de eso hace más de 20 años”, afirma Guillermo.

Toda la luz en tu viaje, querido Ramón. Seguro que al perrito el susto ya se le pasó.