Más de tres millones de adherentes en todo el mundo
53 años de Amnistía Internacional
En la brecha
Más de tres millones de adherentes en todo el mundo
Fue un 28 de mayo de hace 53 años que casi de casualidad nacía en Londres Amnistía Internacional (AI), una asociación humanitaria que hoy está presente en más de 150 países.
Los historiadores remontan el origen de AI a la publicación de una nota periodística en el diario inglés The Observer. El artículo se titulaba “Los prisioneros olvidados”, estaba firmado por el abogado Peter Benenson y se refería a la situación de dos estudiantes detenidos en el Portugal de la dictadura de Salazar por haber brindado por el fin del régimen.
Benenson anunciaba entonces la formación de un grupo destinado a reclamar la liberación de los presos de opinión en todo el mundo, promover el derecho de asilo y ayudar a los refugiados.
El abogado constataba el fracaso de las protestas individuales y limitadas al plano nacional y defendía la necesidad de “internacionalizarlas y colectivizarlas”.
Amnistía reuniría primero a abogados y juristas y luego iría ampliando su composición a “ciudadanos comunes”. Hoy cuenta con más de tres millones de adherentes en todo el mundo.
Su primer informe lo hizo en 1965, y tenía que ver con la situación en las cárceles de la Sudáfrica del apartheid, un país que violaba sistemáticamente los derechos humanos de la mayoría negra de la población pero que no sufría ninguna sanción efectiva por ello al contar con el respaldo de las principales potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos.
En 1972, AI se colocó al frente de una campaña internacional por la abolición de la tortura que tuvo como inicio la situación en la Grecia de los coroneles y como uno de sus ejes el Chile posterior al golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973 contra el presidente Salvador Allende.
Su informe “La tortura en Grecia: el primer juicio a los torturadores”, realizado tras la caída de la dictadura griega en 1974, fue considerado como una de las obras mayores de documentación sobre la instrumentalización de la tortura en el mundo de fines del siglo pasado.
Lo mismo la sistematización de sus denuncias sobre la represión en Argentina y la práctica de la desaparición forzada como uno de los métodos más atroces de represión política.
Leandro Despouy, un abogado argentino que fue relator especial de las Naciones Unidas sobre derechos humanos y un denunciante incansable de las dictaduras latinoamericanas, en especial la argentina y la uruguaya, destaca las investigaciones llevadas a cabo por los juristas de Amnistía que ayudaron a sentar las bases de leyes y tratados de protección a los derechos de las personas.
Despouy estuvo entre los relatores designados por la ONU para elaborar un informe sobre la cárcel de alta seguridad que Estados Unidos mantiene en la base naval de Guantánamo, en territorio cubano.
En un informe reciente Amnistía Internacional calificó a ese centro clandestino de detención como “el Gulag moderno” y dijo que en muy poco se diferenciaba, en su esencia, de los “chupaderos” y otros centros de exterminio que afeccionaban las dictaduras del Cono Sur.
Amnistía Internacional y su lucha contra
las dictaduras en América Latina
Los presos políticos latinoamericanos de las dictaduras de los años setenta recuerdan a su vez las campañas de denuncia impulsadas por AI casi que con cariño.
“A diferencia de otras organizaciones, como la Cruz Roja, que practicaban una solidaridad aséptica, burocrática, descomprometida, como pidiendo permiso a los torturadores, sin hacer olas, Amnistía agitaba, sacaba a la luz pública, denunciaba y defendía con nombre y apellido, apadrinaba presos, les hacía llegar mensajes, cartas, inundaba a las autoridades de reclamos por su situación y nos humanizaba”, escribía años atrás un ex detenido uruguayo.
Hoy, además de luchar contra las leyes de auto perdón que hicieron aprobar los regímenes militares antes de su retirada, en América Latina Amnistía está embarcada en múltiples campañas: contra la trata de personas, en favor de los derechos de minorías sexuales y étnicas y de los migrantes, de denuncia de la situación en las cárceles, por la adopción de leyes de salud reproductiva y la despenalización del aborto…
“Nuestro objetivo es realista: ¡queremos cambiar la vida de muchas personas! Queremos que todas disfruten de los derechos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Y sabemos que es posible. Activistas de todo el mundo lo han demostrado oponiendo resistencia a quienes socavan los derechos humanos y pidiendo responsabilidades a quienes están en el poder”, proclama en su página web.
“Molestamos, pero estamos orgullosos de hacerlo”, comentó uno de sus activistas en Chile.
¡Larga vida Amnistía Internacional y no dejes de molestar…!