Acto en memoria de Zé Claudio y Maria, Héroes de la Floresta
Con Claudelice Silva dos Santos
La Floresta Gritará
“No celebraremos la muerte, celebraremos la vida”
Acto en memoria de Zé Claudio y Maria, Héroes de la Floresta

El 24 de mayo se cumplen tres años del asesinato de los activistas ambientalistas José Claudio Ribeiro y Maria do Espírito Santo, los Héroes de la Floresta. Este título les fue otorgado en 2012 por el Secretariado del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, en reconocimiento a combate contra la tala ilegal de madera en la selva amazónica.
Después de la muerte de Zé Claudio y María, la Fuerza de Seguridad Nacional de Brasil debió asignar protección a la hermana del activista, Claudelice Silva dos Santos, también amenazada de muerte, trasladándola a un lugar desconocido.
La Rel tuvo el honor de dialogar con Claudelice, una mujer fuerte, guerrera, de voz dulce, que habla desde el corazón y emociona a quien la escucha, por su coraje frente a esta guerra en el campo.
-Incluso amenazada de muerte, tú has decidido volver a la línea del frente y a luchar por la floresta, para poner fin a la impunidad y para exigir justicia por la muerte de tu hermano y tu cuñada, ¿no es así?
-Es cierto. Tenemos que enfrentar el miedo. Como mi hermano decía: «si tienes el coraje de luchar, entonces luchas”.
Y en esta lucha estamos organizando un gran evento, denominado La Floresta Gritará, en memoria de estos dos héroes que han denunciado a aquellos que quieren destruir la selva amazónica.
Zé Claudio y María eran la voz de la selva amazónica. Por eso no celebraremos la muerte, celebraremos la vida. Durante este acto de dos días, el 24 y el 25 de mayo, junto a su gran árbol Majestad, la gran castañera que Zé Cláudio y María amaban, gritaremos al unísono: ¡Viva la floresta!
Cada vez que nos acercamos a la Majestad sentimos la presencia de ellos.
“Los asesinos están en el poder”
-¿Por qué Zé Claudio y Maria incomodaban tanto?
-Porque eran personas muy valiosas que se preocupaban por el planeta como un todo y querían ver al bosque con sus árboles de pie, querían un bosque vivo.
Eso molestaba a mucha gente, a los madereros, carboneros, y especialmente al agronegocio, pues para conseguir pastura para su ganado los terratenientes talan indiscriminadamente la floresta.
Este ciclo de avaricia asesinó a mi hermano y a mi cuñada, pero los asesinos no lograrán hacer callar a nuestra familia. No van a silenciar a los movimientos sociales de esta región.
Un año más de impunidad
-El 4 de abril se cumplió un año del juicio a los tres acusados por el asesinato. ¿Te gustaría comentar algo?
-Sí. En primer lugar decir que hay más personas involucradas, aunque solo tres fueron a juicio, dos acusadas de ser ejecutoras y una de ser el mandante.

Los ejecutores fueron condenados, pero el mandante, el hermano de uno de los ejecutores, fue absuelto. O sea, se cumple un año más de impunidad e injusticia.
Yo sé que la injusticia no es exclusividad de este país, pero en el caso de Pará la injusticia y la impunidad son la regla.
Y no es que falten denuncias, no es que falten pruebas. No sé qué poder tan grande tienen estos asesinos, que logran cometer un asesinato y siguen libres.
-¿Por qué es que quedan impunes?
-En mi opinión es porque los que asesinan activistas, ambientalistas y sin tierra están en el poder. La mayoría de los grandes estancieros y propietarios de tierras que usurpan la floresta y utilizan gran parte de estas tierras para plantar pasto están en el poder: son diputados, gobernadores, senadores.
Esta ausencia de justicia da seguridad a los asesinos de los ambientalistas, no sólo en Brasil sino también en todos los países de América Latina, que es donde todavía hay bosques.
Brasil es campeón mundial en asesinatos de ambientalistas porque la impunidad es la garantía de los asesinos. Quienes denuncian estos crímenes son asesinados. Y quienes matan a los ambientalistas quedan en libertad.
-Lo mismo ocurre con los indígenas…
-¡Principalmente! Los indígenas están siendo expulsados de sus tierras, están siendo asesinados impunemente, están siendo secuestrados. Desaparecen de la noche al día.
-Tu hermano advirtió que sería asesinado. Fue una muerte anunciada.
-Anunciadísima. ¡Zé Claudio denunció al Incra, al Ministerio Público Federal, al IBAMA, a policía, por más de 15 años! Y nunca nadie hizo nada. Nadie se molestaba en verificar sus denuncias.
Ellos vivían con miedo, demasiado miedo. (Hace un silencio, recordando con dolor). Todos los días había gente alrededor de su casa, dando vueltas, mirando, ¡disparando! ¡Sí! ¡Llegaban a disparar! Ellos sentían pánico, y un poco antes de su muerte, María ya estaba con depresión por el miedo que sentía a diario. Ni María ni Zé Claudio podía estar solos. A las seis de la tarde, la casa ya estaba toda cerrada.
Una cultura del terror
-¿Es lo que llaman la “cultura del terror”?
-Exacto. Sí hablas, mueres. Si te callas, vives un poco más. Yo, por ejemplo, me puse muy feliz cuando un grupo de más de 20 agricultores de Acre, un estado que queda bien al norte de Brasil, lograron asistir al Acto de Memoria del año pasado. Este año esperamos que venga un poco más de gente. Pero las personas tienen miedo de participar.
El asesino de Zé Cláudio y Maria está suelto. La justicia corrupta de Brasil lo dejó en libertad.
No queremos que pasen 30 años más para que la justicia se pronuncie, como pasó en el caso la masacre de la Estancia Princesa. Su autor intelectual está casi muerto de tan viejo.
-¿Qué te gustaría que los lectores tuvieran en cuenta a tres años de los asesinatos de tu hermano y tu cuñada?
-Me gustaría que considerasen que nuestro planeta necesita de los bosques, que nosotros, los seres humanos, necesitamos de un ambiente sano, que se necesita espacio para vivir bien.
Que considerasen que el agua se está acabando en el mundo, pero que podemos cambiar las cosas si cada uno se compromete con el medio ambiente. Pero si agotamos al planeta de la forma en que lo estamos agotando, con la increíble y desenfrenada destrucción de los bosques, el planeta va a durar poco más.
Zé Claudio y María son una luz para que cambiemos de dirección, mientras podamos.

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