Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un francotirador mientras oficiaba una misa en la capilla del hospital para enfermos de cáncer Divina Providencia, ubicado en San Salvador.

En su última homilía el religioso volvió a reclamar el fin de la represión contra sus compatriotas. Diez meses antes había viajado al Vaticano para pedirle al papa Juan Pablo II que intercediera ante la dictadura.

Miles de salvadoreños y salvadoreñas habían sido torturados y asesinados por el poder militar, entre ellos muchos católicos y cinco sacerdotes.

Desafortunadamente no fue escuchado.

Cuando finalmente, en 2018, el papa Francisco lo canonizó convirtiéndolo en San Romero de América, la Rel UITA le prestó un homenaje que comparte nuevamente hoy en su memoria.