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Presiones, amenazas, intimidaciones a periodistas que cuestionan el modelo agrícola
La fábrica del silencio
Los periodistas que en cualquier parte del mundo denuncian el accionar de las grandes empresas de la alimentación se ven a menudo confrontados a intimidaciones, censura, amenazas. Sucede fundamentalmente en América Latina, Asia, África. Pero también en Europa. Los casos abundan.
Daniel Gatti
Ilustración: Ángel Boligan | CartonClub
Nacida en la provincia de Bretaña, zona agrícola por excelencia de Francia, Morgan Large se ha especializado en investigar sobre la industria agroalimenticia en esta región: sus prácticas, sus secretos, sus lobbys, la violencia que ejercen las empresas del sector hacia quienes las critican.
Hacía mucho tiempo que venía recibiendo amenazas −por teléfono, a través de las redes sociales− o insultos de “gente común” con la que se cruza todos los días por la calle en Glomel, la comuna de 1.500 habitantes en la que vive.
La difusión en noviembre de un documental en el que participó, “Bretaña, una tierra sacrificada”, le valió una notoriedad que colmó la paciencia de los grandes empresarios agrícolas de la zona.
Casi todos en Glomel y en las localidades vecinas dependen, en mayor o menor grado, de las compañías agrícolas, que controlan la economía regional, las instituciones, parte de la prensa.
Hasta ahora la mujer, que trabaja para una radio local (RKB), no había denunciado el acoso a la que es sometida. Pero a comienzos de este mes se decidió a hacerlo, luego que descubrió que habían saboteado su auto.
Iba con su hija pequeña en el vehículo y vio que una de las ruedas estaba floja. En la ruta encontró bulones, le resultó curioso y relacionó lo sucedido con los ruidos sospechosos que había escuchado en el fondo de su casa la noche anterior.
“Ahora temo por mi vida y la de mi familia”, le dijo al diario Libération, y contó que en el juicio que iniciará será respaldada por Periodistas Sin Fronteras.
Para sobrevivir, la radio para la que la trabaja depende en gran medida de fondos regionales y publicidad oficial, pero desde que se difundieron estas investigaciones ambos se han recortado. Ediles regionales no han tenido ningún prurito en admitir que votaron para reducirlos porque las notas no les gustan.
Large relató que semanas atrás una periodista alemana que estaba realizando una investigación sobre el modelo agrícola bretón e iba a reunirse con ella fue insultada y seguida hasta su casa por un agricultor que le dijo que estaba respaldado por “empresas importantes”.
También en Bretaña, otra periodista radial, Inés Léraud, con la que Large trabajó hace unos años, fue acosada por grandes empresarios y gente a su servicio luego que realizara investigaciones sobre la contaminación por pesticidas padecida por trabajadores de la mayor cooperativa agrícola de la provincia, Triskalia, y sobre la aparición de mareas verdes en la costa.
Los trabajos de Léraud fueron difundidos por radios estatales de gran audiencia y recogidos por el diario Le Monde, y su investigación sobre las mareas verdes dio lugar a una historieta, Algas verdes, la historia prohibida, publicada en 2019 y de gran éxito.
Pero en su región se le hace difícil trabajar. Una editorial que iba a traducir al bretón la historieta a último momento desistió de la idea, también a último momento le retiraron una invitación a participar en una feria del libro local y sobre todo la han demandado judicialmente dos veces, reclamándole fortunas por “daños y perjuicios”,
Lo curioso es que se los reclaman a ella, y no al medio, como es habitual en estos casos, con el fin de enviarle una suerte de mensaje personal y no quedar como que estaban atentando contra la libertad de prensa, denunciaron en mayo de 2020 sindicalistas, ambientalistas, abogados, agricultores familiares militantes asociativos y hasta una ex ministra que firmaron un manifiesto de solidaridad con Léraud.
En una de esas ocasiones, pocos días antes de que la primera audiencia del juicio tuviera lugar, el denunciante “ofendido” retiró la demanda.
La periodista había estado preparando su defensa durante meses, dejando de lado otras investigaciones y no pudiendo trabajar. Resultó evidente que querían amedrentarla y acosarla, constataron los firmantes de la declaración.
A la radio de Large no sólo la comuna en que vive le recortó las subvenciones. También lo hicieron varias de las comunas de los alrededores. Buena parte de los pocos periodistas que trabajan sobre estos temas se llamaron después a silencio.
La autocensura opera y mucho, coinciden ambas periodistas, y señalan que en comunidades que dependen grandemente de los empleos generados por estas grandes empresas la gente prefiere no saber e “informarse” por la prensa agrícola, que está totalmente controlada por esos grupos.
Uno de quienes demandó a Léraud, en 2019, fue Christian Buson, director de un supuesto “centro de estudios ambientales” que asesora a los grandes grupos de la industria de la alimentación.
Buson dirige también una asociación que cuestiona la realidad del cambio climático, como lo hacen la mayoría de las compañías del sector, y preside el Instituto Técnico y Científico del Medio Ambiente (ISTE), fundado en 1996 por transnacionales como Lactalis, Daucy y Doux.
“Hay un aumento evidente de la violencia desde 2012”, apunta Large. Fue en esa época que comenzaron a generalizarse investigaciones periodísticas sobre asuntos como la contaminación industrial, las mareas verdes, los pesticidas, el modelo agrícola en su conjunto, “que atraviesan la sociedad toda de la región central de Bretaña, un territorio que está en manos de la agroindustria”.
“¿Bretaña se está convirtiendo en un nuevo Far West?”, se preguntan los firmantes de la declaración de solidaridad con Léraud. En lo que sí no hay dudas, dicen, es que la región ya es hoy una “fábrica de silencio”.