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Con Noé Ramírez

La difícil tarea de ser sindicalista en Guatemala

Este es uno de los países más peligrosos del mundo para los sindicalistas. Desde 2007, 68 dirigentes y militantes sindicales han sido asesinados en el país y otros muchos han sido amenazados y hasta torturados. En esta nota, el secretario general del Sindicato de Trabajadores del Banano de Izabal (Sitrabi), Noé Ramírez repasa su trayectoria como dirigente sindical, a punto de jubilarse por problemas de salud aunque no se resigna a estar detrás de un escritorio.

-¿Cuándo empezaste a trabajar en el sector bananero?
-En julio de 1974, con 19 años de edad.

Era una época complicada, aunque nunca ha sido fácil hacer sindicalismo en este país.

Cuando empecé a trabajar estaban los famosos comisionados militares y siempre me presionaron para que dejara el sindicato. Recuerdo que buscaban a mi papá, que también era bananero, para decirle que me “aconsejara” abandonar el sindicalismo pero yo nunca quise. Mi papá me dijo: “eso es decisión tuya”.

En 1976, luego de un gran terremoto que azotó la región, yo trabajaba en una finca con demasiados problemas llamada Yuma, donde en 2007 mataron a mi hermano, Marco Tulio Ramírez. Ahí, ya como directivo de base, sufría constantes persecuciones y hostigamiento.

Pero me mantuve firme en el sindicato, fui nombrado secretario de Control y Estadística y después secretario general del Comité Seccional en el Distrito de Motagua.

En ese cargo duré dos años, pero seguí trabajando como directivo de base. Más adelante fui designado secretario de Cultura y Deportes en el Comité Ejecutivo hasta 1994.

Posteriormente me volvieron a nombrar secretario general del Comité Seccional en el Distrito de Motagua, donde permanecí hasta el 2000, cuando los compañeros se fueron al exilio luego que la sede del sindicato fuera allanada por más de 300 hombres armados.

El operativo buscaba obligar a los compañeros a renunciar al sindicato y también a la empresa.

Con el apoyo de organizaciones internacionales, principalmente la UITA, se llegó a denunciar a 22 personas identificadas como cabecillas de ese allanamiento.

Pero en Guatemala la justicia no se aplica a los pobres, y esos criminarles no fueron condenados. Pagaron fianza y ya.

-¿Volverías a ser sindicalista?
-Sí, porque siempre hay injusticias y es nuestro deber combatirlas.

Del Monte Bandegua, antigua United Fruit Company, es una compañía ante la cual tenemos que estar atentos para defender lo que hemos conquistado.

La lucha paga

-¿Qué aprendiste a lo largo de tu trayectoria?
-A defender los intereses económicos y sociales de los trabajadores y trabajadoras. Hemos negociado muchos pactos colectivos que mejoraron la realidad de cientos de compañeros y sus familias.

En los años 80, las negociaciones eran por ganar 4 centavos o 5 centavos y hoy alcanzamos a negociar incrementos salariales de 16 y 17, 5 por ciento, por ejemplo.

-¿En estos años el sindicato ha crecido?
-Cuando empecé a trabajar éramos más porque eran más fincas, aunque había también un temor a afiliarse al sindicato.

Si bien en aquellos años los sindicalizados éramos cerca de 4.000 y hoy estamos en 3.680 las condiciones sociales y económicas de los trabajadores han mejorado considerablemente.

-¿Cómo eran esas condiciones cuando ingresaste a trabajar?
-Empecé ganando 42 quetzales (5,6 dólares) quincenales y hoy hay trabajadores que ganan hasta 5.000 (670 dólares) en una quincena.

-Con 42 quetzales en la quincena, ¿se vivía o se pasaba hambre?
-Daba para vivir, pero no dignamente. Ya entonces el personal vivía en las fincas bananeras.

Quedan todavía muchas familias viviendo en las fincas y estamos preocupados por este tema, ya que en las últimas dos negociaciones la compañía Bandegua nos dijo que quiere quitarnos la casa a los trabajadores.

Aducen que es un gasto para la empresa, que las condiciones del mercado han cambiado y que ya no podrán mantener ese servicio. Sin embargo, en el pacto colectivo que negociamos este año acordamos la continuidad del beneficio de la vivienda.

-Estás a punto de jubilarte…
-Sí, por cuestiones de salud, no porque quiera.

Los trabajadores me necesitan en el campo, pisando la tierra, yo no soy un sindicalista que se la pase detrás de un escritorio, tengo que estar con la gente.

Quisiera agradecer esta visita de la UITA, una organización que formó y forma parte de la propia historia del Sitrabi, con la que contamos siempre.


En Guatemala, Gerardo Iglesias