
Lola y Sole han pasado los últimos años de su vida (30 la primera, 19 la segunda) limpiando habitaciones de hotel en Palma de Mallorca, uno de los destinos turísticos más famosos de España y de Europa toda.
Biel Barceló, vicepresidente del nuevo gobierno de Baleares, tuvo la iniciativa de nominarlas para este premio en “reconocimiento a toda una vida dedicada al trabajo en el sector, actuando en representación de un colectivo con escasa visibilidad, pero cuya laboriosa contribución ha sido factor clave para posicionar nuestro destino como referente mundial en términos de calidad en el servicio».
Dolores es delegada sindical por UGT y Soledad por Comisiones Obreras, y ambas son protagonistas del libro Las que limpian los hoteles, escrito este año por el colaborador de La Rel Ernest Cañada y editado por Alba Sud.
Allí las dos camareras dan cuenta precisamente de una realidad diametralmente opuesta a la que pueden presentar y representar los megaempresarios que por lo general reciben estos premios.
Nada hay de glamoroso ni “exitoso” en los testimonios de Lola, Sole y de la veintena de mujeres que aceptaron hablar con el periodista y dar la cara: trabajos mal remunerados que destrozan la salud física y mental de quienes los ejercen y que solo pueden ser soportados a fuerza de pastillas.
“Es gracias a la explotación de nuestro trabajo, por lo general oculto, que los hoteleros pueden ganar las fortunas que ganan y que hacen que ocupen las primeras planas”, dicen ellas, conscientes de la centralidad de su labor.
Que desde un gobierno se las reconozca no deja de ser una buena noticia.