En tiempos de pandemia, donde la virtualidad pasó a ser protagonista en nuestras vidas y una importante herramienta en el desarrollo de nuestro trabajo, que la señal de internet sea buena, se vuelve fundamental.
La cita es a las 13 pero la sala de espera abre a un rato antes para recibir a las expositoras del día, coordinar los detalles pendientes hasta que empiece a sumarse el resto. Desde el primer miércoles, superamos los 70 participantes.
Las primeras en llegar siempre son Samara y Daniela, una de Brasil, la otra de Argentina, dirigentes sindicales de base que están atentas a todo lo que se dice durante las dos horas de Seminario virtual.
Luego, de a pequeños grupos se van sumando y vamos reconociendo rostros y sonrisas otrora más cercanos. Rosecleia Castro y Laura Díaz contagian con su entusiasmo y su emoción, siempre al borde de las lágrimas.
Este capítulo tuvo como exponentes a Mónica Cáceres y Viviana Córdoba del Sindicato de Trabajadores de la Alimentación (STIA) de Argentina; a Saray López y Lisseth Traña, del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Caña en el Ingenio Taboga (Sitraica) de Costa Rica y a Adela Torres, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Agroindustria (Sintrainagro) de Colombia.
Jaqueline Leite, del Clamu y moderadora de los encuentros va saludando una por una a las participantes con su simpático español abrasilerado, y con su cálida alegría, característica que el frío invierno uruguayo no ha logrado doblegar.
Los compañeros varones son pocos y por eso merecen una mención especial: Ulises, Nelson, Gabriel, Osman, Giorgio, Cadú, Eduardo, Frank, “los 2 Gerardo”, José y Daniel (en la parte técnica y tras bambalinas) son los compañeros infaltables, no solo en su presencia en estos encuentros sino en el día a día de la labor sindical y en el apoyo a sus compañeras dirigentes.
Como mencioné anteriormente, la asistencia supera los 70 participantes por encuentro por lo que se me hace imposible nombrar a todos y todas pero mientras trazo la crónica de este día asoman a mi mente los rostros de Juanas, Fátimas y Marías, de Geni, Giseles, Martas, Irinas y Danias; de Ericas, Suely, Blancas, Emmys y Julies; de Marinas, Franciscas, Delmis y Odilias; de Marlenes, Maribeles, y Miriams.
Mujeres guapas, empoderadas, diversas y valientes que con su trabajo y tenacidad han sabido abrirse espacios en lugares donde campea el machismo y la discriminación.
Las experiencias compartidas este miércoles mostraron historias de superación y lucha, no apenas contra el machismo, la discriminación y la violencia sino contra la falta de oportunidades como en el caso de Adela Torres, del histórico Sintrainagro cuya presencia en los municipios del eje bananero de Colombia ha cambiado la vida y realidad de miles de mujeres.
Programas de educación y capacitación para el mercado laboral, el acuerdo entre Sintrainagro, la empresa Banacol y la Rel UITA, convenios con empresas bananeras de la región y cláusulas específicas en las convenciones colectivas para la incorporación de mujeres a puestos de trabajo en las fincas, son apenas algunas de las acciones del Sindicato para empoderar a las mujeres de esas comunidades.
En Argentina, la FTIA y el STIA se mantienen alineados a la agenda promovida por el movimiento feminista y cada marzo realizan marchas y jornadas por el día internacional de las mujeres visibilizando las diferentes formas de violencia hacia este colectivo, con énfasis en la violencia laboral y el acoso sexual en el trabajo.
La de las dirigentes del Sintraica es una historia que tiene dos particularidades: la primera que es el único sindicato y convenio colectivo de la industria azucarera en Costa Rica y la segunda, que es el único que ha sido dirigido por mujeres desde su fundación siendo que más del 90 por ciento de los afiliados son varones.
La tarea de estas trabajadoras para afiliar y dar respaldo y asesoramiento a los trabajadores zafrales, mayoritariamente migrantes de Nicaragua, es titánica y por demás meritoria.
El reloj parece que corre más rápido cuando la charla es buena y ya son las 3 de la tarde. Se nos termina el seminario, saben las plataformas digitales que el tiempo es dinero y pasada la hora de contrato nos cortan sin mediar palabra.
Alcanzamos a despedirnos coreando al unísono: ¡Hasta el miércoles! Algunas dibujan corazones con las manos, otras alzan el puño en señal de victoria, otras hacen adiós o lanzan besos a las pantallas para luego inundar los grupos de WhatsApp con mensajes que perpetúan el encuentro.
Yo vuelvo a mis quehaceres de la secretaría pensando que al fin y al cabo la sororidad se hace proyecto y es el resultado de una construcción colectiva de mujeres que en una somos todas.
En Montevideo, Amalia Antúnez