-Cuéntame sobre la experiencia de la Fentrag.
-Un día me encuentro con Gerardo Castillo y me dice: “estoy haciendo una locura en Limón, estoy apoyando a un sindicato y ahí no tenemos abogado, ¿vos nos podrías dar una mano con eso?” Se trataba del Sintracobal. Con Gerardo nos conocemos desde hace unos 40 años, así que acepté y me vine a observar la experiencia de Limón.
El primer día que llego, me encuentro a los muchachos del Sintracobal haciendo sus exposiciones sobre las investigaciones que habían realizado en las fincas, todo muy organizado, con presentaciones en Power Point.
Era algo diferente y de muy buen nivel, sobre todo teniendo en cuenta las limitaciones del movimiento sindical costarricense, siempre marcado por la improvisación. Me sorprendió positivamente y a partir de ese momento me integré al proyecto de Fentrag.
Este proyecto ha nacido y se ha desarrollado de manera planificada, casi a contramano de todo lo que se hace en Costa Rica en este ámbito, donde generalmente se actúa de forma improvisada.
Y es cierto que en Costa Rica no es fácil organizar a los trabajadores y trabajadoras del sector privado porque hay una suerte de represión blanda: quien se atreve a afiliarse a un sindicato termina despedido o se busca la forma de no permitirle la estabilidad laboral.
En este contexto, la formación de la federación plateaba un gran reto.
-¿Cuánto hace que están en este desafío?
-Llevamos ya casi cinco años en el desarrollo del proceso de fortalecer a la Fentrag y articularla con otros sindicatos.
Debido a mi trabajo tengo contacto con sindicatos del sector de la caña de azúcar, de la palma africana, que estaban completamente aislados.
Comenzamos tejiendo redes. Este es quizá el trabajo más importante que hace la federación: la integración de las organizaciones sindicales del sector.
En ese punto es fundamental el sistema de comunicación entre los sindicatos. Fentrag no cuenta con un local físico ni con un número telefónico, algo loco, pero tiene un sistema con base en las redes sociales que es en tiempo real.
Si un trabajador o trabajadora en el sur del país tiene un problema, lo comparte en la red e inmediatamente todos los integrantes comienzan a buscar orientación para solucionarlo.
Otra cosa importante que viene haciendo Fentrag es fomentar la participación de las mujeres. Cuando surgió el sindicato, su rol era bastante secundario, pero se va avanzando en una dirigencia de calidad, empoderándolas en su gestión.
Y está el papel de la educación. Cuando se dan cuenta que el sindicalista no se puede estancar, que debe tener un proyecto de vida personal, se produjo un cambio: todos estudian, y eso me llena de esperanzas, porque se renueva el sueño de un sindicalismo en el sector privado.
-Podemos aseverar que Fentrag es una construcción colectiva, democrática y participativa…
-Sí, no hay una dirigencia que se imponga, no hay grandes líderes, no hay personalismos. Conviven diferentes personalidades que muchas veces se complementan y otras se contradicen, promoviendo un importante desarrollo colectivo.
Hoy los dirigentes se plantan frente a las empresas con mucha firmeza, saben parar cuando tienen que hacerlo y negociar cuando es necesario.
-Y se estimula el trabajo de articulación con otras organizaciones…
-En este momento estamos evaluando dos convenios de cooperación, uno con el Sindicato de Inspectores de Trabajo de la Caja del Seguro Social, que juega un papel muy importante en la organización de los migrantes, y otro con el gremio de los maestros, la Asociación Nacional de Educadores y Educadoras.
Los maestros nos han apoyado logísticamente en este proceso y queremos que lo hagan en la generación de un sistema de logística nacional para nuestros afiliados.
También hay un convenio con el sindicato de los médicos para generar vínculos con profesionales que se desempeñan en regiones donde se desarrolla la agroindustria.
Hay casos, por ejemplo, de trabajadores que no saben redactar una carta, una denuncia o un recurso de amparo pero pueden ir con el maestro que le va a ayudar a hacerlo.
También podemos pensar en gestionar programas de lectoescritura, ya que muchos de los trabajadores y trabajadoras de la agroindustria son analfabetos. Hace unos días, en una actividad que realizamos, de 35 personas apenas cinco sabían leer y escribir.
Esto, en un país como Costa Rica, que se jacta de tener una tasa nacional de analfabetismo de apenas 3 por ciento y se cree un país letrado, es muy grave.
En el sector agroindustrial el analfabetismo es alto, y en las comunidades indígenas empeora considerablemente.
-¿Cómo puede ser que haya apenas 14 convenciones colectivas en el sector privado? ¿Qué pasa con las libertades sindicales en este país?
-Actualmente hay más de 700 arreglos entre empresas transnacionales y comités de trabajadores nombrados por ellos mismos y facilitados por el Estado.
Costa Rica es una democracia sin sindicatos, sin libertades sindicales. Existe una cultura antisindical fuertemente arraigada, por ejemplo en los jueces, los inspectores de trabajo, el personal del ministerio de Trabajo.
A esto se suma una campaña sistemática de la prensa contra toda y cualquier organización de los trabajadores.
Si un grupo de trabajadores o trabajadoras logra mediante una convención colectiva mejorar su salario, es considerado un privilegiado frente a aquellos que viven de un salario mínimo. Es una lógica absurda, pero así es.
La legislación permite la formación de sindicatos pero no así la sociedad ni los empresarios. Las empresas transnacionales no permiten ninguna forma de organización sindical.
Los sindicatos que se han consolidado en el sector privado lo hicieron hace mucho tiempo o han surgido como amarillos y luego desarrollaron grados de autonomía.
En la palma africana hay sindicatos que sobrevivieron al fin de las plantaciones bananeras en el Pacífico.
En el caso de Limón se han consolidado sindicatos en la parte técnica de la producción del banano y ahora se están expandiendo a las plantaciones, donde se han topado con esa carencia de libertad sindical.
Varios dirigentes de la Fentrag han sido despedidos, a otros los han amenazado, colocándolos en listas negras.
La situación se agrava porque generalmente esas empresas son los únicos empleadores en la región.
En 200 kilómetros desde Guápiles a Sixaola operan solo dos o tres empresas e intercambian información: si un trabajador o trabajadora se une al sindicato y es despedido por ello, no va a conseguir trabajo en otra empresa de la región.
Además son empresas que no permiten el desarrollo de la zona.
-¿Cómo evalúas la intervención de la UITA?
-Desde el comienzo la UITA creyó en este grupo de jóvenes dirigentes y los apoyó desde el punto de vista técnico, patrocinando actividades de capacitación, pero lo fundamental ha sido el acompañamiento político y sindical.
Los dirigentes ven a la UITA como una institución hermana y se han ido desarrollando junto a la Internacional en la región.
Lo más increíble de todo es que acá, en el sector de la agroindustria, la UITA tiene más relevancia e incidencia que cualquier otra central obrera costarricense.
La UITA es el punto de apoyo de los trabajadores de la agroindustria, y a ella se han ido sumando sindicatos de los diversos sectores, como caña de azúcar, palma africana, piña y banano, haciendo de la presencia de la Internacional algo fundamental.