Peter Rossman*
13 | 6 | 2025

Dan Gallin | Foto: Rel UITA
Dan Gallin, ex secretario general de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines (UITA), falleció en su hogar, en Ginebra, Suiza, este pasado 31 de mayo a los 94 años de edad. Su muerte deja un enorme vacío; sus muchas décadas de compromiso militante y de lucha en el movimiento sindical internacional nos dejan un rico legado para seguir avanzando.
Dan nació en Lvov, en lo que ahora es la ciudad ucraniana de Leópolis, pero que en aquel entonces formaba parte de Polonia. Su padre rumano se desempeñaba ahí en el servicio diplomático. Durante la Segunda Guerra Mundial, su padre fue trasladado a Berlín y Dan se mudó ahí con su familia, pero tras varios años y ante el bombardeo cada vez más intenso sobre esa ciudad alemana, fue enviado a Suiza para que estuviera a salvo.
Al final de la guerra, Dan quedó allí en situación de apátrida. En 1949 recibió una beca para estudiar en la Universidad de Kansas, Estados Unidos, donde se integró al movimiento estudiantil.
Atraído al socialismo por la Liga Socialista Independiente, cuya postura política “tercerista” (ni Moscú ni Washington) sostenía que la lucha por el socialismo debía estar guiada por las necesidades de la clase obrera y no por las necesidades de los bloques de poder en pugna en la Guerra Fría.
Dan se abocó a trabajar en la juventud de esa organización. En los Estados Unidos de la era McCarthy eso equivalía a subversión. En 1953, Dan fue arrestado y presionado para “deportarse voluntariamente” de Estados Unidos.
“Lo que luego comprendí claramente —escribiría Dan años más tarde— es que en realidad no hay una posición tercerista porque solo hay dos bandos: ‘ellos’ y ‘nosotros’. El tercerismo fue un ‘eslogan’ para un mundo polarizado entre dos superpotencias, pero tenía otro significado más profundo. Más tarde, cuando empecé a dictar cursos en el movimiento sindical, lo explicaba de esta manera: la línea divisoria fundamental en el mundo actual no es una vertical que separa los dos bloques, es una línea horizontal que separa a la clase trabajadora de sus gobernantes, y esa línea atraviesa los dos bloques. No somos ‘Este’ u ‘Oeste’, y agregaba: somos ‘abajo’, donde están los trabajadores”.
A medida que reflexionaba sobre estas experiencias, Dan se impregnó de un profundo compromiso con la solidaridad internacional como principio rector de la política de la clase obrera. Había que rescatar el significado —y la práctica— de la solidaridad, después vaciamiento y la deformación de la que había sido objeto durante la Guerra Fría.
La solidaridad era un principio fundamental, pero también era un proyecto, y ese proyecto solo podía construirse mediante una dedicada labor de organización; no había atajos posibles. Si el socialismo solo podía ser democrático, y si la democracia no era posible sin socialismo, ello significaba oponerse firmemente a toda forma de autoritarismo, así como mantenerse constantemente alertas para no caer en la autocomplacencia y el conformismo dentro del propio movimiento obrero.
En 1960, Dan comenzó a trabajar en la secretaría de la UITA en Ginebra y en 1968 fue elegido para ocupar el cargo de secretario general. Bajo su conducción, la UITA se transformó en una organización combativa y con visión de futuro, en una red mundial de solidaridad con un número creciente de afiliados y una ambición cada vez mayor.
Uno de los pilares de este crecimiento estuvo conformado por nuevas organizaciones regionales dinámicas de África, Asia y el Pacífico y América Latina. Muchos miembros de esas organizaciones estaban luchando por su supervivencia frente a gobiernos represivos.
Otro pilar consistió en el compromiso de fortalecer a los sindicatos de trabajadores de las transnacionales que tomaban cada vez más las riendas de la economía mundial y de los sectores en los que trabajaba la UITA. Por sobre todo, la UITA aportó una orientación estratégica que trascendía lo puramente reactivo.
Este compromiso afrontó un desafío enorme cuando la UITA llevó adelante una campaña mundial en apoyo al sindicato de trabajadores de la planta embotelladora concesionaria de Coca Cola en Ciudad de Guatemala, cuyos dirigentes estaban siendo asesinados sistemáticamente. The Coca Cola Company negaba toda responsabilidad por la situación en la planta.
Durante cinco años (1979-1984), con escasos recursos pero con el apoyo de sus afiliados, la UITA impulsó un conjunto de acciones de solidaridad internacional continuas que a la larga obligaron a la casa matriz a hacer lo que había mantenido obstinadamente que no haría y que no podía hacer: sustituir al operador de la franquicia por un propietario que reconociera al sindicato, se comprometiera a entablar un proceso de negociación colectiva e indemnizara a las familias de los dirigentes sindicales asesinados.
Fue la primera campaña sindical internacional contra una transnacional y la primera que tuvo éxito.
La UITA era una organización que llevaba a adelante campañas, pero ellas solo podían ser eficaces si estaban respaldadas por una base organizativa sólida. Para apoyar esa base organizativa —no sustituirla— la UITA fue pionera en la celebración de lo que más tarde se conocería como “acuerdos marco mundiales”.
En 1988 negoció el primer acuerdo internacional sobre derechos sindicales entre una organización sindical internacional y una transnacional, la empresa de capitales franceses BSN (posteriormente Danone). Para Dan, el reconocimiento internacional de la UITA tenía un único fin: lograr un espacio para que los trabajadores pudieran organizarse libremente en todas las operaciones de una compañía y negociar la totalidad de sus reivindicaciones.
La construcción de solidaridad sindical en las compañías transnacionales era solo uno de los componentes de la labor de la UITA. Esta estuvo siempre presente para todos sus afiliados y se acercó a los trabajadores que se organizaban por fuera de las estructuras establecidas del movimiento sindical.
Dan celebró la incorporación de la Asociación de Mujeres Autónomas (Self-Employed Women’s Association, o SEWA) de la India, al movimiento sindical internacional, lo que se logró a través de su afiliación a la UITA a principios de la década de 1980 (no sin cierta controversia).
La UITA se transformó entonces en una firme defensora de los derechos y el reconocimiento de los trabajadores (en su inmensa mayoría mujeres) que se organizaban en lo que más tarde se denominaría economía informal. Esto sentó las bases para el indispensable apoyo de la UITA a la conformación más adelante de la Federación Internacional de Trabajadoras Domésticas.
Dan luchó por un movimiento sindical internacional que fuera más que la suma de sus partes: una fuerza independiente para la emancipación social y de los trabajadores, que se opusiera a todas las formas de opresión y explotación, y no un simple agrupamiento de centrales sindicales o sindicatos nacionales. Deploró que se reemplazaran los principios del movimiento obrero con consensos superficiales, concesiones por conveniencia o pasividad, y nunca tuvo miedo de luchar cuando consideraba que esos principios estaban amenazados.
Durante su tiempo en la UITA, y aun habiéndose retirado, Dan compartió generosa y entusiastamente su experiencia y sus conocimientos enciclopédicos de historia sindical y socialista como aporte a la construcción de este movimiento. Dan estaba convencido de que la historia sindical se vinculaba al presente y no al pasado. Le gustaba decir que no hay victorias ni derrotas permanentes, y que lo único permanente es la lucha.
Muchos de sus textos, en varios idiomas, están disponibles en el sitio web del Global Labour Institute, que fundó luego de retirarse. Merecen ser difundidos lo más ampliamente posible.
NdE: intertítulos y destacados nos pertenecen.
Versión original: https://tinyurl.com/52xdc8ra