101 años de María Bellizzi
Este 21 de octubre, María Bellizzi cumplió 101 años. Lo hizo con la misma entereza con la que ha caminado casi medio siglo en la búsqueda incansable de su hijo, Andrés Humberto Bellizzi, detenido y desaparecido en Argentina en 1977.
Amalia Antúnez
2 | 10 | 2025

Foto: Amalia Antúnez (archivo personal)
Cumplió los 101 con la memoria intacta, con la dignidad de quien nunca se rindió, con la fuerza tranquila de una madre que no descansará hasta que la verdad y la justicia ocupen el lugar que merecen.
Marieta, como cariñosamente le dicen sus allegados, es una de las fundadoras de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. Una de las primeras en pararse frente al silencio oficial y decir, con voz clara y firme: “Quiero saber dónde está mi hijo.” Pero también: “Quiero saber dónde están todos.” Porque su causa, desde el inicio, fue colectiva.
Su historia está atravesada por la violencia del terrorismo de Estado. Su hijo Humberto fue secuestrado en una operación coordinada del Plan Cóndor.
Desde entonces, María no recibió más que respuestas a medias, indiferencia institucional y el manto de impunidad que los militares y los gobiernos se empeñaron en sostener durante décadas.
Y, sin embargo, ahí estuvo siempre ella. En cada Marcha del Silencio, en cada audiencia judicial, en cada acto de memoria. Su complexión es pequeña, pero su presencia es inconfundible: su mirada profunda y su firmeza serena descubren un carácter fuerte y afable a la vez, como buena tana, como las mujeres que no piden permiso para decir lo que piensan.
Este 21 de octubre, mientras María celebraba su centésimo primer cumpleaños rodeada del amor que supo construir, en Roma se escribía un nuevo capítulo en la búsqueda de justicia: el represor Jorge Tróccoli era nuevamente condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad.
Y aunque la justicia a veces llegue tarde, llega en el tiempo de María. Porque todo lo que ella sembró sigue floreciendo.
No es posible hablar de memoria en Uruguay sin nombrarla. Su legado, como el de tantas otras madres y familiares, es un faro para generaciones que nacieron después del horror, pero que entienden que sin justicia no hay democracia plena.
Haber coincidido con ella, poder celebrar más de un siglo de su vida, es un privilegio que se agradece. Escucharla, compartir un abrazo, un té, o caminar a su lado en silencio, nos recuerda que la esencia del guerrero no es la victoria o la derrota: es la lucha.
María Bellizzi tiene 101 años. Y todavía sigue enseñándonos a no olvidar.
