Rebajas salariales o cierre indefinido.
Amalia Antúnez
1 | 10 | 2024
Foto: Gerardo Iglesias
“Luego de cumplido el plazo de las licencias correspondientes que este año fueron fraccionadas, una parte en agosto y otra en setiembre, la empresa convocó al personal para plantearles la firma de un convenio integral que trae aparejada una rebaja salarial”, informó a La Rel Martín Cardozo, presidente de la Federación Obrera de la Industria de la Carne y Afines (FOICA).
A un año de la compra del Frigorífico BPU en Durazno, a 230 kilómetros de Montevideo, la transnacional de capitales brasileños Minerva, plantea una reestructura en la que, “para que la empresa sea viable”, se deberían reducir los salarios.
“Básicamente el plateo fue que, si no hay avances en este tema, esa planta no volvería a operar en el corto plazo. Según nos informaron los compañeros de BPU, las rebajas propuestas son significativas”, señaló el dirigente.
Por su parte, el presidente del Sindicato de Trabajadores de BPU, Raúl Barrios, señaló a un periódico local que, aunque están dispuestos a negociar, no aceptarán una reducción significativa de las remuneraciones.
La propuesta de la empresa incluye la unificación de 14 convenios vigentes en uno solo, lo que afectaría a todo el personal de BPU en Durazno.
Este martes 1 de octubre habrá otra instancia de negociación en la que el Sindicato acercará una contrapropuesta a Minerva.
Entre los trabajadores y trabajadoras existe preocupación por la experiencia previa de otros frigoríficos de Minerva en Uruguay, como el de Canelones, donde las negociaciones llevaron más de un año.
En una entrevista con La Rel de fines de 2022, cuando la compra aún no era un hecho, Cardozo advirtió: “en caso de adquirir BPU, Minerva impondría las mismas condiciones de sus otras plantas, incluida una alineación salarial”.
La transnacional concentra actualmente más del 28 por ciento de la faena bovina total, lo que supone aproximadamente el 18 por ciento del abastecimiento de carne bovina refrigerada y productos cárnicos en Uruguay.
El año pasado, luego de firmar la adquisición del frigorífico BPU al conglomerado japonés NH Foods, por 40 millones de dólares, Minerva lanzó sus fichas para la compra de 16 unidades en la región (11 en Brasil, 3 en Uruguay, una en Argentina y una en Chile) de su principal competidora, la también brasileña Marfrig.
En Uruguay, por el momento, la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia (CPDC) frenó la operación, aunque en Brasil, el organismo equivalente, CADE, la autorizó, con algunas restricciones.
El arribo de Minerva Foods a Uruguay no había sido casual: formaba parte de una estrategia de expansión regional que tenía como objetivo situar a la industria brasileña como un jugador de relevancia en las cadenas globales de distribución de alimentos.
Lo que parece quedar claro es que, en ese ajedrez comercial, los trabajadores y trabajadoras son apenas peones, a los que no importa sacrificar con tal de salvar a la reina.