Que tuvimos razón quienes anunciamos que al país le iría como a los perros en misa en el TLC con Estados Unidos y lo importante que fue que la resistencia ciudadana impidiera su entrada en aplicación en 2007, como era la intención de los dos gobiernos, con lo que le evitamos pérdidas incalculables a Colombia.
En 2011, antes del TLC, Colombia le vendía a Estados Unidos más de lo que le compraba por 8.991 millones de dólares.
Y en 2015, Colombia le compró más por 4.940 millones de dólares, con ¡una pérdida mayúscula en la balanza comercial, de 13.931 millones de dólares!, de las mayores de que se tenga noticia.
Para completar el resultado, las exportaciones a Estados Unidos en el total de las colombianas bajaron del 38,6 al 27,6 por ciento.
En el caso del agro, las cifras son peores. Las importaciones norteamericanas saltaron, entre 2012 y 2015, de 1,5 a 7,3 millones de toneladas, ¡casi 500 por ciento más!, con incrementos por producto de este orden: maíz (1.762 por ciento), arroz (239 por ciento), lácteos (215 por ciento), oleaginosas (215 por ciento), carne de res (146 por ciento) y carne de cerdo (111 por ciento).
Con una advertencia. Todavía los aranceles de protección no han llegado al cero por ciento al que llegarán, porque se pactó que la desgravación aumentará año por año.
Pero sí pasó ya del 25 al 30 por ciento la participación de los alimentos importados en el total del consumo nacional.
En dinero, las pérdidas agrarias también son muy grandes. Mientras las compras aumentaron en 120 por ciento, las ventas apenas lo hicieron en 16, ¡ocho veces menos! Si las cuentas se hacen sin café y banano, que no necesitan de TLC para exportarse porque tienen libre ingreso a Estados Unidos desde los inicios del siglo XX, el déficit comercial agrario llega a 1.141 millones de dólares, ¡un 793 por ciento más durante los cuatro años del TLC! ().
En otro país que no esté tan descompuesto y manipulado como este, ya habrían tenido que renunciar a sus cargos y pedirle perdón al país los miembros del combo neoliberal que gobiernan o tiran la línea desde hace 25 años.
Pero como en Colombia estamos y ellos actúan, no con el respaldo de tener la razón sino de las trasnacionales más poderosas del mundo, siguen sentando cátedra, como si nada, protegidos además porque sus falacias copan el 99,9 por ciento de los espacios desde los que les lava el cerebro a los colombianos con las supuestas bienaventuranzas del libre comercio.
También les ayuda que no le temen al ridículo, protegidos por la ignorancia de los que no saben y la complicidad del puñado que sabe tanto que vuela con los motores apagados.
En esa lamentable situación han caído las dos últimas ministras de Comercio, las doctoras Álvarez y Lacouture, a quienes les dio por perorar sobre los “grandes avances” de los “nuevos productos de exportación”.
¿Y saben cuánto representan estos en las ventas nacionales a Estados Unidos? El 0,06 por ciento del total. Sí. No leyeron mal, ¡menos del uno por ciento!, monto insignificante que ocultan ante los medios cuando hacen demagogia para tapar la debacle ocurrida.