Según datos recientes del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), 12,5 millones de brasileños están desocupados.
El procurador general del Trabajo, Ronaldo Fleury declaró hace unos días que lo que genera empleo no es la flexibilización de la legislación laboral y sí el desarrollo de la economía.
El experto destacó que no ha notado ningún efecto positivo de esta reforma laboral para los trabajadores.
Muy por el contrario, se ha dado una creciente precarización traducida en el aumento de los contratos intermitentes y del monotributo (contratación del trabajador como persona jurídica).
A la vez se ha registrado una caída en las demandas que, según Fleury, se debe a que trabajadores y trabajadoras temen realizar denuncias ante la justicia del Trabajo ya que la reforma estipula que deberán hacerse cargo de los gastos del proceso judicial.
“No es que las empresas estén siendo más respetuosas de los derechos laborales, lo que sucede es que los trabajadores tienen miedo de tener que pagar por todo el juicio laboral”, afirma.
Por otro lado, los sindicatos han perdido fuerza de representación luego que la reforma quitara la obligatoriedad del pago del impuesto sindical.
Esta contribución representaba entre el 70 y el 80 por ciento de los ingresos de las organizaciones sindicales. Muchas han debido cerrar o fusionarse.
El golpe para el movimiento obrero fue duro.
Para el analista político Marcos Verlaine, del Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria (Diap), los cambios aprobados hace un año alteraron radicalmente la Consolidación de las Leyes de Trabajo (CLT), el Código Laboral, y abrieron espacio a la precarización extrema.
“Sale la consolidación de las leyes laborales y entra la consolidación de las leyes del mercado. La actual legislación privilegia al patrón en detrimento del trabajador”, resume Verlaine.
Otro de los cambios que introdujo la reforma, y que genera gran preocupación entre analistas y expertos, es el incremento del trabajo intermitente, que supone que un trabajador o trabajadora esté a disposición del empleador y que reciba paga sólo por las horas efectivamente trabajadas, situación que puede llevarlos a no alcanzar siquiera un salario mínimo ni cotizar al seguro social.
“El crecimiento del trabajo intermitente es un claro signo de la precarización laboral que introdujo esta reforma”, señala Marilane Teixeira, investigadora del Centro de Estudios Sindicales de Economía del Trabajo de la Universidad Estadual de Campinas.
Fleury explica que un trabajador que tenga un contrato intermitente por diez años sin alcanzar un salario mínimo por mes, no cotizará a la seguridad social y por ende quedará en una suerte de limbo jurídico.
“Muchos trabajadores en estas circunstancias están optando por el trabajo en negro. Evalúan que ya que no obtienen beneficios, al menos que no les descuenten”, manifestó.