-Uno de los puntos más importantes de esta reunión parece haber sido que se tomó conciencia de la necesidad de enfoques globales para enfrentar problemas globales.
-Hay una urgencia cada vez mayor de acercamiento a nivel sindical entre todas las regiones, porque en definitiva nos vemos enfrentados a problemas bastante similares: tanto en el norte como en el sur, las grandes empresas transnacionales globalizadas están ganando terreno sobre los estados y el avance de la derecha se da en todos lados.
Lo que vemos en América Latina con las reformas laborales y el regreso a políticas neoliberales también se ve en Europa y en Estados Unidos: aquí y allá se plantean políticas desreguladoras, flexibilizadoras, de facilitar al máximo la circulación de los capitales y las ganancias de los empresarios, se recortan derechos.
Esto hace que debamos ir pensando estrategias globales, respuestas globales. El fortalecimiento de la Internacional tiene que ir en ese sentido.
-¿En base a qué principios?
-El fundamental es el de la solidaridad entre todos, que todos respondamos por todos, y que se luche para que no se pierdan derechos.
Cuando se pierden derechos en un país, sobre todo si ese país pesa en la escena internacional, se los pierde en todos o por lo menos en muchos.
Cómo articular una estrategia de movilización, de incidencia política, por esos objetivos sería la clave de los próximos años.
-El caso de Brasil aparece en ese sentido con mucha fuerza.
-Sí, y así se percibió en esta reunión.
Brasil apareció como un ejemplo de avance brutal hacia la pérdida de derechos, hacia la regresión social, hacia la degradación de la democracia.
Los europeos y los norteamericanos que aquí participaron se han dado cuenta que el retroceso que se está experimentando en América Latina va por un lado de la mano de lo que pasa en sus propios países, pero es aún más grave porque era una región en la que se habían logrado avances en la década larga de gobiernos progresistas.
No escapó a ninguno de los compañeros que estamos ante una ola mundial de avance de la derecha que amenaza al movimiento obrero y a la propia democracia.
Hay una evidente rearticulación del capital internacional y una concentración brutal de la renta, que tiene como consecuencia un aumento de la población hambrienta, de la pobreza.
El incremento del capital en el reparto de la torta va de la mano de una precarización cada vez mayor de las condiciones de trabajo de la gente, y la flexibilización está haciendo que los sindicatos tengan cada vez menos incidencia. Eso es lo que buscan en todos lados.
Ese diagnóstico se compartió en esta reunión de Buenos Aires.
-Jair Bolsonaro lo dijo muy claro: los trabajadores deben limitarse a luchar por que haya empleo, no por tener derechos.
–Bolsonaro resume muy bien la esencia de esta ola. Lo dice de manera muy bruta, loca, pero es a eso que apuntan la derecha y los representantes del capital.
En Brasil ha llegado al gobierno una extrema derecha rabiosa, que no tiene ninguna conexión con los fundamentos de una democracia pero que ha sido votada por la gente.
No sabemos todavía cómo gobernará Bolsonaro: nunca difundió programa alguno, nunca fue a un debate, nunca propuso nada más allá de matar a los delincuentes y a los opositores, de atacar a los negros, a los indios, a los pobres, a las minorías sexuales y a los movimientos.
-Pero igual ha dado pautas de hacia dónde se dirige.
-Vamos a ver qué puede hacer de lo que dice que hará, pero es cierto que hay ya una dirección clara.
La mitad de los miembros de su futuro gobierno que ya nombró son militares; habrá muchos empresarios; la economía estará a cargo de un ultraliberal proempresarial con enormes poderes; anuncia una extrema criminalización de los movimientos sociales; los acuerdos regionales como el Mercosur serán su última preocupación, igual que la protección del Medio Ambiente.
Todo eso de por sí ya es muy preocupante.
Y para el movimiento sindical se vienen tiempos aún peores: tiene la determinación de avanzar más que su predecesor en la reforma laboral, con mucho más legitimidad política que Michel Temer.
-Anunció que eliminará el ministerio de Trabajo, un golpe durísimo para el movimiento sindical y los trabajadores.
-Es terrible. Lo dividirá en partes y lo vaciará, terminando con un organismo que tutelaba hace 88 años la aplicación de las leyes laborales, aun con todos sus defectos.
Él piensa que los trabajadores y trabajadoras tienen demasiados derechos, que eso es parte de la herencia de la izquierda, y que con eso hay que acabar.
Va a tratar también de hacer la reforma de la seguridad social y del sistema de pensiones que todavía no se ha podido hacer, y el peso de las bancadas de las 3 B (buey, bala y biblia), que ha crecido, tal vez se lo permita.
El parlamento se renovó en estas últimas elecciones en más de 70 por ciento, y esa renovación fue para peor. Eso está claro, pero como no se conoce mucho cómo son esos nuevos legisladores, hay un margen de duda todavía sobre cómo se moverán, teniendo en cuenta la complejidad del sistema político brasileño.
-Las propuestas de Bolsonaro parecen muy similares a las de Trump.
-Sí, pero Bolsonaro es más loco, va un poco más allá, pero son del mismo tipo.
Bolsonaro dice que son muy amigos, que lo que es bueno para Trump es bueno para él, anunció que se irá de la convención de cambio climático de París, al igual que Trump, y también como hizo Trump dijo que cambiará la sede la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.
Ante este panorama tendremos que estar muy atentos a formar amplias alianzas, ser inteligentes para poder abrir canales de negociación en áreas como la salud, la agricultura familiar, porque ahora el poder de los grandes terratenientes creció mucho.
En Brasil hay cuatro millones de agricultores familiares. Este país fue un laboratorio de políticas públicas hacia la agricultura familiar que resultaron exitosas, pero el panorama cambió.
La llegada de Bolsonaro tuvo la virtud de que volvió a unir a los sindicatos.
Algunos gremios habían apoyado el impeachment a Dilma Rousseff y se alinearon con Temer. La reforma laboral los alejó, porque entraron en una crisis muy profunda, pero no fueron pocos los que apoyaron en las elecciones pasadas al candidato de centro derecha Geraldo Alckmin.
Ahora los sectores de izquierda, de centro izquierda e incluso de centro, los movimientos sociales, el movimiento sindical deberían formar un frente, porque lo que está en juego es la democracia.
En Buenos Aires, Daniel Gatti
*El jueves 7 en Buenos Aires.