Se ha escrito mucho y se ha tenido acceso a información sobre el excesivo uso de plaguicidas, insecticidas y fertilizantes en Costa Rica, que desde hace mucho tiempo han sido la preocupación de quienes estudian los factores de riesgo creados por esas prácticas inconvenientes para el ambiente y por ende para la salud.
En setiembre de 2020 se dio a conocer un estudio realizado por los científicos de la Universidad de Costa Rica sobre las consecuencias ambientales del uso de un insecticida de frecuente utilización en las plantaciones de banano.
Se dice que su utilización podría estar cambiando el cerebro de los peces en ríos cercanos a las plantaciones y volviéndolos más vulnerables a los depredadores naturales de esas especies.
En las conclusiones de la investigación, publicada en la revista Scientific Reports, se mostró que en ciertas dosis este agrotóxico afecta el sistema nervioso de los peces, los cuales se vuelven más vulnerables porque ya no podrían huir con la misma agilidad cuando son atacados por sus depredadores.
La investigación, elaborada por la científica Natalia Sandoval, de la Universidad de Costa Rica, se llevó a cabo en una especie nativa de Costa Rica conocida como sardinita de río, abundante en las vertientes del Caribe y del Pacífico.
El plaguicida estudiado se llama etropofós, nombre genérico, que en altas dosis es capaz de aniquilar a los peces en las cercanías de las plantaciones pero que en una pequeña dosis puede causar una disminución de hasta un 51 por ciento en la hormona colinesterasa en la sardinita.
Bajos niveles de esa hormona están relacionados con contracción muscular, parálisis y fallas respiratorias en peces.
El Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) de la Universidad Nacional aseguró que esto podría tener importantes impactos a nivel del ecosistema al escapar el plaguicida hacia los causes de los ríos cercanos a las plantaciones, afectando la población de peces.
El periódico La Nación afirmó el 13 de setiembre del año pasado que el insecticida etoprofós es muy utilizado en Costa Rica particularmente en las plantaciones de banano, a pesar de tener una alta toxicidad ya bien conocida y que la Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) encontró que su exposición en cabras y gallinas generó aminoácidos radioactivos en hígado y riñones.
Dejar pasar esta información y no hacer nada es la peor actuación que podemos mostrar como país que resguarda el ecosistema y la salud de nuestra población y de nuestro ambiente, que incluye naturalmente a todas las especies vivas que en él habitan.
Nos gustaría preguntar a las autoridades de los ministerios de Agricultura y Ganadería y de Ambiente y Energía qué piensan hacer al respecto.
Este último ministerio tiene como misión definir políticas ambientales en materia de protección, manejo y uso sostenible de los recursos naturales y de la promoción del uso de las fuentes de energía renovables para lograr el cumplimiento de los objetivos y metas propuestas en los planes y programas ministeriales y en el Plan Nacional de Desarrollo en el país.
Particularmente me gustaría saber si la actual titular de ese ministerio, Andrea Meza Murillo, ha leído el estudio y ha dado instrucciones a sus subalternos para enfrentar esta grave contradicción entre ambiente y producción y si ha coordinado con el Ministerio de Agricultura la acción que deberá tomarse para solucionar esta de forma radical.
(Publicado en surcosdigital.com el 19 de abril de 2021. Título y subtítulo son de La Rel).