Como en muchos otros países (léase Estados Unidos, Brasil), los frigoríficos son, en Alemania, un gran foco de contagio del nuevo coronavirus.
La generalización de casos ha llevado a que el gobierno federal alemán le hinque finalmente el diente a la situación de esta industria, tras dos años de intentos frustrados de llevar a cabo cambios.
A fines de mes, dice un informe publicado por la Deutsche Welle, el ministro de Trabajo, Hubertus Heil, tendría listo un proyecto para la reforma del funcionamiento de esta industria.
Uno de los puntos clave del texto sería la prohibición de recurrir a mano de obra tercerizada.
Las empresas que la proporcionan hasta hoy son acusadas de tener a sus trabajadores en pésimas condiciones.
La mayoría son zafrales y provienen de países del este de Europa (Rumania, Bulgaria y Polonia principalmente).
Son remunerados por debajo del salario mínimo germano, se los hacina en pocilgas, no se les brinda protección alguna y se les prohíbe sindicalizarse. Subsisten, en definitiva, en condiciones análogas a la esclavitud, y se han convertido en vectores de propagación del virus.
Interrogado por Deutsche Welle, el sociólogo Gerhard Bosch, de la Universidad de Duisburg-Essen, dijo que de concretarse el proyecto podría aparejar un “cambio de paradigma” para la industria.
Advirtió sin embargo que si no se las controla las empresas se las arreglarán para violar la norma.
Semanas atrás el frigorífico Tönnies, donde se ha registrado un alto número de casos de coronavirus, prometió contratar directamente a unos mil trabajadores hasta setiembre, pero apenas lo anunció encargó la tarea a 15 subsidiarias.
Tönnies, dijo Bosch, “intentará mantener la misma organización del trabajo”, con diferentes empresas en la línea de producción, división de los trabajadores según nacionalidad y represión sindical.
La clave para evitarlo será disponer de gran cantidad de inspectores del Trabajo que fiscalicen el funcionamiento de los frigoríficos, cosa que ahora no se hace, alertó el sociólogo.
No sólo la industria frigorífica recurre masivamente en Alemania a empresas tercerizadas que se manejan con mano de obra inmigrante. Lo hacen también otras empresas del sector de la alimentación, las agrícolas, las de la construcción, las mensajerías privadas…
En 2018, el país recibió unos 430.000 trabajadores zafrales extranjeros, la cifra más alta en la materia en la Unión Europea.
Son trabajadores “marginalizados”, que en su mayoría no conocen sus derechos.
Explotarlos al máximo resulta muy fácil, señaló a su vez Ruxandra Empen, especialista en política de mercado laboral de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB).
“Tienen miedo de ser echados si se organizan o si denuncian su situación” y terminan aceptando condiciones terribles.
Que estos trabajadores y trabajadoras no padezcan más estas condiciones dependerá de que haya voluntad política real de controlar la aplicación de las leyes y de prohibir lisa y llanamente el funcionamiento de determinado tipo de empresas, dijo.