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Mujeres, organización y solidaridad

A unas cuadras de donde hace un año colapsó la fábrica textil de Chimalpopoca, en el número 76 de la calle Torquemada de la Colonia Obrera de Ciudad de México, huele a pan recién horneado. Esta es la sede del colectivo vegano COCOVEG, una cooperativa que junto a otros grupos de mujeres de la capital mexicana acopia materiales de primera necesidad para las mujeres migrantes, que junto a sus niñas y niños son parte del éxodo que avanza por territorio mexicano.
En mis ojos cabe todo el dolor del mundo
En mi vientre cabe todo el amor del mundo
De mis pechos beben todos los niños del mundo
Todo el temor del mundo en mis manos cabe
Mi garganta anida todos los cantos del mundo
Y mis pasos llevan todo el cansancio del mundo
En mi piel se esconde el sol entero del mundo
La sangre entera del mundo de mi cuerpo sale
(Marta Gómez)

 

Las noticias que llegan desde Oaxaca son cada vez más preocupantes sobre los padecimientos que los migrantes – principalmente las mujeres – están viviendo en el camino.

También llegan, felizmente, noticias sobre un entramado de solidaridad que está acompañando la caravana.

Las compañeras de COCOVEG son parte de esta red que ha surgido de forma espontánea y militante.

Hablamos con “Luna Negra”, una de las integrantes de la Cooperativa.



-Cuéntanos desde cuándo está funcionando este espacio autogestionado.

-Como cooperativa llevamos casi tres años funcionando. La iniciativa surgió a partir de talleres que se dieron para cocinar en comunidad y nos animamos a desarrollar un esfuerzo para proporcionar alimentos veganos a precios módicos y accesibles para que la gente vegana y no vegana tuviera acceso a ellos.

El tema acopio surgió como idea unas compañeras de la Escuela Nacional de Antropología y Humanidades (ENAH). Ellas se organizaron y nos invitaron a participar para juntar cosas que fueran a cubrir necesidades específicas de las mujeres que forman parte de la caravana.

Sabían que nosotras, a partir del sismo del 19S, nos organizamos para hacer algo específico para las mujeres.

Muchas de las chicas que estaban aquí a unas cuadras, en las brigadas, trabajando en las labores de rescate en Chimalpopoca, se encontraban con que la alimentación en el campamento no era apta para veganas.

Funcionamos como centro de acopio en esa ocasión también. Y de ahí nació esta idea, de nuestra praxis, durante la emergencia del sismo.

Partimos de un principio: no damos lo que nos sobra, nuestros desperdicios, sino lo que a ellas les sirve. Además damos alimentos en óptimas condiciones y lavados.

-¿Qué piensan en términos generales del éxodo de migrantes?
– Los humanos siempre hemos tenido la necesidad de movilizarnos, por múltiples factores.

Esa es la historia de América Latina, una historia que también está llena de opresiones, de malos gobiernos que persiguen a su gente y la obliga a migrar para tener una vida digna y libre de violencia.

Por eso estamos aquí preparándonos para poder ayudar a su llegada.