A ello hay que sumarle el amargo condimento de movimientos en redes sociales que convocan a una inmediata intervención militar para “poner orden”.
“La situación está cada vez más complicada. Los representantes políticos y el propio sistema político están completamente desacreditados”, afirma con pesar Jair Krischke.
El presidente interino, que llegó al mando luego de la polémica destitución de Dilma Rousseff, enfrenta en este momento cargos por mentir en la rendición de cuentas de las donaciones para la campaña electoral que lo postulaba como vicepresidente de la destituida mandataria.
“Temer, que es un tipo muy hábil, realizó una rendición de cuentas individual por su candidatura como vicepresidente. Pero eso no puede darse, ya que la rendición debe hacerse por fórmula y no de manera independiente”, señaló.
Jair no cree posible que Temer salga ileso de las declaraciones que está realizando el empresario Marcelo Oderbrecht en el marco de una “delación premiada” a cambio de la reducción de su pena.
“Ni dios sabe lo que pasará cuando salgan a la luz las declaraciones del ex presidente de la constructora Oderbrecht. Será como abrir la caja de Pandora”, exclamó.
Si Temer es destituido porque se comprueban los cargos en su contra, la elección de un nuevo presidente quedará a cargo del Congreso, y según informó Krischke se rumorea que el elegido sería Fernando Henrique Cardoso, quien fuera presidente por dos períodos consecutivos, entre 1994 y 2003.
“Conozco a Cardoso y estoy absolutamente seguro de que no agarrará este hierro caliente. Quieren colocarlo ahí pero él no va a aceptar, antes de ser político es sociólogo y sabe que no existe una solución para la crisis brasileña en el corto plazo como quiere la gente”, reflexionó.
Las masacres han replanteado un viejo tema (quién comanda la seguridad pública en Brasil) y han dejado expuesto el nefasto estado de las cárceles.
Afirmaciones encontradas entre representantes del gobierno y una polémica declaración del secretario nacional de la Juventud de Temer, afiliado a su partido, el PMDB, encendieron aún más el fuego.
“El sistema carcelario es por demás precario, las condiciones de hacinamiento a la que están expuestos los reclusos son infrahumanas en la mayoría de los presidios, inclusive en los que han sido privatizados”, destacó Jair.
“Por otro lado hace mucho que las cárceles ya no son dirigidas por el Estado sino comandadas por los propios reclusos, que son miembros de facciones criminales que operan desde la propia prisión”, explicó.
Sobre el caso de las recientes masacres, el activista señaló que fueron resultado de una disputa interna entre grupos criminales: el denominado Primeiro Comando da Capital (PCC) asesinó con saña inusual a miembros de otro grupo, la Familia do Norte (FDN).
“Ante estos hechos el secretario nacional de la Juventud, Bruno Júlio, declaró que en su opinión ‘debería haber al menos una masacre por semana’. Estos dichos reflejan la situación de mi país. Cada día que pasa se amplían el odio y la intolerancia, ya no hay una instancia de diálogo o debate entre los brasileños. Algo realmente triste y cuyo desenlace no augura nada bueno”.
“El estado de Rio de Janeiro, que adeuda millones al gobierno federal, se declaró completamente en quiebra. Desde noviembre no paga los salarios a sus funcionarios. Hay muchas personas sin empleo y las que lo tienen no están cobrando en tiempo y forma. Esto sin dudas resultará en grandes estallidos sociales”.
Sin embargo, la falta de recursos para llevar adelante las tradicionales fiestas de Carnaval, que se celebran a fines de febrero, es lo que más ha molestado a la población de Porto Alegre, se extraña Jair.
“El escenario es complejo y propicio para los oportunistas, para aquellos que se presentan como salvadores de la patria, y eso es lo que más me preocupa”, concluyó.