Los que van a la cárcel son los pobres, que por robar una gallina entran directamente en Tacumbú, ese infierno en el que se violan todos los derechos humanos.
Y el que allí entra queda marcado por toda su vida. Por el contrario, los que roban millones salen absueltos, y si están unos meses en prisión son encerrados en células VIP.
El cuidado de la salud retrocede cada día. No hay medicamentos al alcance del pueblo. Ponerse enfermo es acercase a la muerte.
Los indígenas, expulsados de sus tierras ancestrales, huyen a la ciudad. Los campesinos, fumigados con agrotóxicos, huyen a la ciudad. Y allí ni unos ni otros tienen porvenir y se convierten en mendigos.
En cambio, a los sojeros y ganaderos, todos ellos multimillonarios, no se les toca ni se les pone impuestos, como en otros países. Y luego el gobierno dice que no tiene dinero para gastos sociales.
El gobierno quiere privatizar todo, pide préstamos, vende bonos del Tesoro en enormes cantidades. ¿Por qué no se aprende de la vecina Argentina, que tiene una deuda de 150.000 millones de dólares, absolutamente impagable?
De ahí que el comentario del embajador de Estados Unidos suene irónico, casi como una burla.