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Crónica de la 24ª Marcha del Silencio

Nunca me gustaron los paraguas

Me parecen artefactos bastante traidores y evito caer en sus trampas. Hoy fui por primera vez a la marcha sola. Llegué a 18 para incorporarme a ese río de gente susurrante, arrastrándonos a paso litúrgico.

Cuando el agua se hizo impasible, un señor sin mi desconfianza por los paraguas y su traición, me cubre con el suyo sin darme explicaciones. Caminamos juntos sin decirnos nada, solo “presente” buscándole a las tres sílabas un poco de sentido.

Y entonces se quiebra, justo en la mitad de un nombre en los altavoces. Me codea, me dice: “ahí viene” y se ríe y llora y grita “Presente”, hablándole a alguien que quiso.

Que quiso y le robaron y nunca le devolvieron. Y lloro para adentro y le aprieto el brazo y no sé ni quién ese tipo que llora, me cubre con su paraguas y pide justicia.

Después me pide que le tenga el paraguas, se seca los ojos con un pañuelo de tela de esos que yo creía que ya no existían y el “sabremos cumplir” del himno uruguayo ya lo encuentra otra vez erguido.

Termina el himno, “vos aplaudís por los dos y yo tengo el paraguas”, y nos reímos chiquito. Me pregunta si voy lejos, lo tranquilizo que son unas cuadras y se despide con un “Gracias mijita” agujereado.

Y yo lo cuento, porque estos encuentros son los que nos salvan de la deriva. De perdernos en nosotros mismos. Los que les dan sentido a los eslóganes y a la lucha y reafirman que es verdad, todos somos familiares.

Y porque a partir de hoy, reivindican un poco la bondad de los paraguas.

Jóvenes bajo la lluvia

Cada vez son más los jóvenes que se suman a las Marchas del Silencio, que desde 1996 recorren las calles del centro de Montevideo los 20 de mayo en reclamo de verdad y justicia sobre las violaciones a los derechos humanos bajo la dictadura.

Esta vez el contexto era especial, y fue tal vez por eso que a pesar de la lluvia, del frío y del viento de la noche la gente fue tanta. Nadie sabe calcular bien la multitud: seguramente decenas de miles de personas marchando compactas por la calle y en silencio alrededor de 20 cuadras.

Lo especial del contexto de este año: que los militares se sacaran la careta casi que como nunca antes, que uno de los suyos, el ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Guido Manini Ríos, se lanzara a formar un partido político, consciente de la impunidad que los ampara.

Y también que quedaran una vez más en evidencia las torpezas, las agachadas, las medias tintas, en fin las cobardías de los gobiernos progresistas para obligar a los militares y a los civiles de la dictadura a revelar la verdad sobre el paradero de los desaparecidos, y de la justicia para sancionarlos.

Por todo eso, esta del lunes no fue una Marcha del Silencio más. La bronca, la desazón acumuladas se hicieron sentir aún sin que nadie coreara consigna alguna.

Daniel Gatti


Nota del Editor: Agradecemos a Carlos Amorín el envío de este texto anónimo