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Con Mariela Valdés, de UTRASURPA

“Todavía seguimos en el patriarcado”

Delegada de la Unión Nacional de Trabajadores Rurales del Sur del País (UTRASURPA) desde hace dos años, Mariela trabaja en la granja de la avícola Calpryca desde hace cuatro. En esta entrevista ahondó sobre el rol de la mujer en la actividad sindical, las dificultades que enfrenta por razones de género y la violencia que afecta transversalmente a toda la sociedad.

-¿Cómo te acercaste al sindicato?
-Hace un tiempo mi esposo estuvo enfermo y por esa razón debió faltar al trabajo.

Por pertenecer al sector rural tenemos el beneficio de la vivienda y el encargado me lanzaba indirectas sobre la situación de salud de mi marido, insinuando que era todo falso y que como estábamos ocupando la casa y él no estaba concurriendo al trabajo convendría que nos fuéramos.

Yo seguía yendo a realizar mis tareas en la granja y era blanco diario de hostigamiento por parte de este mando medio y ahí fue cuando decidimos acercarnos a la organización sindical para que nos asesoraran acerca de qué pasos seguir.

Nunca antes había formado parte de un sindicato, y ahora en la UTRASURPA hace dos años que estamos militando.

-¿Qué has aprendido en este tiempo?
-Muchas cosas. Se fueron abriendo puertas, conocí diferentes personas y ámbitos de trabajo.

Desde chica siempre fui defensora de las causas perdidas. Donde trabajé me hice respetar, pero ahora voy acompañada de más compañeras y compañeros.

No conocía las leyes laborales para el sector rural, asumía muchas cosas como verdades y no eran así. Cuando empezamos a militar en la UTRASURPA fue que aprendí sobre los derechos del trabajador y la trabajadora rural.

-Desde el sindicato se ha avanzado mucho en la calidad del trabajo, ¿cierto?
-Sí, sobre todo en seguridad y salud laboral.

Hemos tenido la ventaja de que las condiciones en ese aspecto están legisladas y las empresas tienen la obligación de crear Comisiones de Seguridad, un punto que el sindicato se encarga de hacer cumplir y participa en esa instancia.

A la larga eso se refleja en mejores condiciones para trabajadores y trabajadoras.

Sobre todo mejora la calidad para el que está enfermo. Donde nosotros trabajamos, el 90 por ciento del personal tiene problemas de columna debido al tipo de tarea que se realiza y a cómo se realiza. Es un tema grave.

-¿Por qué enferman de la columna?
-Recolectamos huevos en nidos. Debemos doblar el torso, porque los nidos no están a nivel de los brazos.

Esta tarea se hace cuatro veces al día.

La retirada de abono con la carretilla y la horquilla también requiere inclinar el torso, y la movida de la cama, como se le llama a la tarea de sacar las cáscaras de huevos del piso, se realiza a su vez con una rastra que lleva una piedra encima y se debe tirar hacia atrás, algo que ergonómicamente no está permitido.

Estamos buscando un sistema para que se empuje hacia adelante, y ya estamos por lograrlo.

Por otro lado está la carga de bolsas de ración, que pesan 18 kilos cada una. Es una tarea que hacemos las mujeres. Como se trata de trabajos repetitivos, por lo general terminamos dañando la columna.

Un apoyo incondicional
El sindicato siempre está allí

-¿Qué has encontrado en el sindicato?
-Apoyo incondicional, sin importar la situación económica, la pertenencia político partidaria o la religión. Nuestro principio es luchar por los derechos de trabajadores y trabajadoras, la militancia política tiene que ir apartada de la sindical.

-¿Te has sentido discriminada por ser mujer?
– Sí, sobre todo en lo que refiere a la remuneración.

Cuando estaba en la industria fabril, un hombre entraba a trabajar y a los cuatro meses le daban un aumento mientras que las mujeres se podían jubilar ganando lo mismo que ganaban al ingresar.

-¿Y en el sindicato?
-En el sindicato no. Son más inclusivos en lo participativo, te escuchan, te apoyan. Allí no me siento discriminada.

En la granja sí se dieron situaciones de discriminación en el trato, no así en lo remunerativo porque hay categorías laborales con sus respectivos laudos salariales que evitan esa discriminación.

Y ahora tenemos una mujer como capataz, que es además afiliada al sindicato, así que por ese lado hubo una solución buscada por la organización sindical.

Ahora somos tratadas con igualdad, se considera a la persona como un ser humano independientemente de su género y no como un mero instrumento de trabajo, como lo hacía el capataz anterior.

-¿Orgullosa de ser sindicalista?
-La verdad que sí. En el sindicato encontré la forma de canalizar mis expectativas y mis reclamos laborales. Antiguamente protestaba y era la loca que gritaba en la fábrica “no estoy de acuerdo”. Ahora puedo hacerlo de manera orgánica.

Todavía me cuesta un poco porque para mí la vida es blanco o negro, uno no puede matizar. Muchas veces mis compañeros me dicen: no es lo que querés vos ni lo que yo quiero, es lo que la ley dice.

-¿Cuál sería tu mensaje a muchas mujeres compañeras que todavía están en la duda de participar o no a nivel sindical?
-Yo les diría que vale la pena la militancia sindical si trabajamos para un conjunto de personas, para mejorar las actuales condiciones de vida y laborales de un colectivo pero sobre todo para garantizar buenas condiciones a las nuevas generaciones de trabajadores y trabajadoras.

También les diría que la organización sindical es la vía para movilizarnos contra todo tipo de discriminación en el ámbito laboral.

Reacción de género
Mucha más participación y protesta, pero…

-Las mujeres participan más, manifiestan contra la violencia, gritan…
-Hoy por hoy muchas mujeres han reaccionado y se manifiestan, pero también hay muchas que siguen bajo un viejo molde, dicen defender el derecho de la mujer, dicen ser feministas, pero en la vida diaria son terriblemente machistas.

Lamentablemente seguimos en el patriarcado, y muchas veces eso pasa porque nos falta llegar a la gente con información, sobre todo a la gente del campo.

La falta de información es parte de la idiosincrasia de la población rural y por más que uno humanamente quiera cambiar esa realidad desde el trabajo sindical a veces nos gana la parte financiera, porque para moverse al campo son necesarios recursos, vehículos, etcétera.

Son kilómetros para ir a visitar a uno u otro por las dudas, por si se afilia, por si te escucha o por si tiene el coraje de llevar adelante su reclamo. Esta es la realidad que vivimos. En un caso, cuando viajamos a afiliar a unos trabajadores, se enteró la patronal antes y nos echaron a todos.

Como militantes sindicales debemos hablar mucho con la gente y hacerle entender que no es que uno sea un revoltoso sin propósito, sino que lo es para reivindicar derechos largamente negados al trabajador rural y finalmente conquistados mediante la lucha sindical y el voto en las urnas.


En San José,
Gerardo Iglesias