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Agrotóxicos, una especialidad brasileña

El chiquero del mundo

Brasil es el país que más utiliza agrotóxicos en el mundo, más incluso que dos potencias gigantescas como Estados Unidos y China sumadas.

Daniel Gatti

14 | 2 | 2024


Imagen: Allan McDonald

Según un informe que la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) acaba de publicar, en 2021 Brasil aplicó casi 720.000 toneladas de esos venenos en sus campos, contra 457.000 Estados Unidos (el país que lo sigue en esta escala del horror ambiental) y 244.000 China.

La progresión ha sido brutal: en 31 años, el consumo de agrotóxicos en el gigante sudamericano aumentó 1.300 por ciento: En 1990 era de “apenas” 51.100 toneladas.

Calculando por superficie, Brasil empleó 10,9 kilos de agrotóxicos por hectárea, Estados Unidos 2,85 y China 1,9, y en relación a la población Brasil aplicó 3,31 kilos por persona, Estados Unidos 1,36 y China 0,17.

El país sudamericano está también entre los mayores importadores mundiales de agrotóxicos. En 2022, según estadísticas del Instituto de Medio Ambiente y Recursos Naturales, lideró en ese plano, con 283.000 toneladas.

¿De quién es la culpa?

El responsable de este fenómeno ha sido el desarrollo de un modelo productivo dependiente de los agrotóxicos, dijo a la publicación Brasil de Fato el director de la Asociación Brasileña de Reforma Agraria (ABRA) Gerson Teixeira.

Son las necesidades del agronegocio las que marcan el ritmo y no las de la población, señaló.

Por el contrario, la población ha salido perdiendo de este modelo, en todos los planos, empezando por el de la salud.

Un documento publicado en 2022 por la filial europea de Amigos de la Tierra indica que como consecuencia del uso creciente de agrotóxicos, en Brasil muere una persona cada dos días víctima de intoxicaciones de diverso tipo.

El 20 por ciento de los fallecidos tienen menos de 19 años.

Teixeira señaló que la opción por un modelo de producción agropecuaria volcado hacia el mercado externo llevó a Brasil a depender en cada vez mayor grado de los paquetes tecnológicos empleados para obtener mayores rendimientos.

“También el medio ambiente paga las consecuencias de este modelo productivo, que incita a la depredación de los ecosistemas”, consideró a su vez Larissa Bombardi, profesora del Departamento de Geografía de la Universidad de São Paulo.

Y lo mismo dijo Luiz Marques, profesor del departamento de Historia de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), autor del libro Capitalismo y colapso ambiental, para quien el “modelo agrícola volcado hacia la exportación impacta en la destrucción de la manta vegetal brasileña, tanto en la Amazonia como en otros biomas”.

Hoy Brasil es el segundo exportador mundial de productos agrícolas, detrás de Estados Unidos, pero esa condición beneficia muchísimo más a las empresas dedicadas al agronegocio que a los consumidores brasileños y a los trabajadores y trabajadoras del sector.

El símbolo

La soja se ha convertido en símbolo de ese modelo. Una soja que, actualmente, es casi toda transgénica.

Las plantaciones de la oleaginosa ocupan actualmente en Brasil un espacio diez veces mayor que toda el área urbana del país, según MapBiomas, una iniciativa colaborativa del Observatorio del Clima de Brasil que reúne a universidades, ONG y algunas empresas.

“La agricultura brasileña pensaba que la soja transgénica reduciría la necesidad de estos venenos y de fertilizantes. Y ha pasado lo contrario: se acrecentó la dependencia de los dos”, subrayó el ingeniero agrónomo del ABRA.

Cómplices

Bombardi destacó igualmente la complicidad de las transnacionales, fundamentalmente europeas, con este modelo.

Empresas como Bayer y Basf “trabajan en conjunto con el agronegocio brasileño para diseminar estos venenos en el campo” del país sudamericano, escribió la investigadora, recordando que un tercio de la producción mundial de agrotóxicos se realiza en la Unión Europea y que en gran proporción se exportan, porque muchos de ellos están prohibidos en la propia UE.

De los 10 agrotóxicos más empleados en Brasil, la mitad están prohibidos en la UE, que en total ha quitado la autorización de comercialización a 269 productos de este tipo por daños comprobados a la salud de las personas. De ellos, solo 30 no pueden ser vendidos en Brasil.