La siguiente, es una de las tantas historias de vida donde se refleja no solo una buena gestión y coordinación, sino también el valor que tienen para el sindicato, los trabajadores y trabajadoras del sector.
Amanda es una trabajadora afiliada al Sindicato de Pasteleros que labora hace 22 años en Casher Hamra, una confitería en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde se desempeña como oficial de mesa y también en la elaboración de productos.
En su día de descanso comenzó a sentir un malestar y pensó que se trataba de un simple resfrío por lo que tomó un analgésico sin pensar que podía tener algo más que eso.
“Me alisté para ir el domingo a trabajar pero noté, cuando me puse perfume, que no olía. Probé con vinagre y comprobé que no tenía olfato. Me asusté mucho, le comenté a mi marido y me fui directo a la guardia de Pasteleros”, narra en su historia.
Eran las 5 de la mañana, luego del hisopado y la revisación la trasladaron al Konke Hotel Buenos Aires (propiedad de la Federación de Pasteleros) hasta esperar el resultado del test, luego de dar positivo para Covid-19 permanecería en el Centro de la Mujer (CEMU) del sindicato.
En su trabajo nadie se contagió pero sí contrajeron el virus su madre y también, su marido.
“Mientras estuve aislada en el CEMU cumplí años y fue muy conmovedor recibir una torta para endulzar ese día especial y el saludo de compañeras y personal de la salud.
Desde que ingresé hasta que salí, siempre fueron muy atentos conmigo, con llamados y seguimiento (tanto médicos como enfermeras)”, recuerda.
La historia de Amanda demuestra la importancia de las obras sociales de los sindicatos en Argentina, el respaldo y la contención que ofrece pertenecer a una organización sindical en momentos tan difíciles como el que atraviesa el país.
El Sindicato de Pasteleros ha estado presente con sus afiliados y afiliadas en lo largo de la cuarentena obligatoria y además ha extendido su solidaridad en las comunidades donde tiene presencia.
En Buenos Aires, Nelson Godoy | Rel UITA