Un reciente informe del diario británico The Guardian dejó al descubierto un sistema que la sindicalista irlandesa Nora Labo describió ante el parlamento de su país como “podrido” de una punta a la otra.
Industriales que gracias a la pandemia han incrementado ampliamente sus beneficios se valen cada vez más de un mecanismo de contratación de mano de obra a través de agencias que abastecen a los frigoríficos de mano de obra barata y dócil proveniente por lo general de países del este de Europa y también de Asia y África.
Hacen el mismo trabajo que los locales, pero ganan entre 40 y 50 por ciento menos que ellos, en horarios mucho más extendidos, sin cobrar horas extra y casi sin cobertura social, señala el informe periodístico, basado en el testimonio de migrantes, sindicalistas, funcionarios estatales y europeos.
Margot (ese no es su nombre real), una trabajadora rumana que llegó a Países Bajos con la ilusión de una vida mejor se encontró con una pesadilla: jornadas laborales interminables, bajos ingresos, prácticamente nula cobertura social. Y, como la mayoría de sus colegas migrantes, vive hacinada en un barracón.
Martijn Huysmans, profesor asistente de la Facultad de Economía de la Universidad de Utrecht, Países Bajos, resumió la situación de los trabajadores migrantes en la industria de la carne de su país con una imagen.
“En las tiendas holandesas –dijo– se puede ver qué tipo de vida ha tenido un animal. Tenemos un sistema estrella para el bienestar animal. Pero irónicamente no se puede ver en qué condiciones trabaja la gente en los frigoríficos. Son un grupo invisible”.
Los frigoríficos fueron, sobre todo en 2020, un foco de expansión del coronavirus en todo el mundo.
Y los trabajadores precarios fueron quienes pagaron el precio más alto, por no contar con una cobertura sanitaria adecuada, no poder “darse el lujo” de no ir a trabajar incluso enfermos, y tener enormemente más posibilidades de contagiarse al vivir en barracones o en apartamentos de mínimas dimensiones de a muchos.
La UITA ha abundantemente denunciado esa situación, se trate de Brasil, de Europa, de Estados Unidos.
En Europa, dice el informe de The Guardian, hay un sistema instituido por el cual las empresas descargan su responsabilidad sobre una buena parte de sus trabajadores en diversos intermediarios, como agencias de colocación de mano de obra, agentes individuales, empresas de servicios múltiples o falsas “cooperativas” de trabajadores.
Este “modelo de subcontratación está en el centro de la explotación y los abusos a los derechos de los trabajadores en la industria de la carne”, dijo al matutino británico James Ritchie, secretario adjunto de la UITA.
Los intermediarios “se han multiplicado para satisfacer la necesidad de la industria de una fuente renovable de trabajadores flexibles y mal pagados. A menudo contratan y pagan a los trabajadores y gestionan sus turnos y proporcionan y coordinan su alojamiento y transporte”, apunta The Guardian.
Que, obviamente, son indignos.
Las empresas cárnicas, a su vez, se lavan las manos ante la situación de estos “autónomos” llegados de países del este de reciente incorporación a la UE, como Hungría, Polonia, Rumania, Lituania o Letonia, pero también, y cada vez más, de Ucrania, Bielorrusia, Kazajistán, Vietnam, Filipinas, Timor, Georgia, India, Armenia y hasta China.
“En todo el continente se abusa de la libertad de movimiento de los trabajadores” para explotarlos mejor a todos”, locales y extranjeros, sobre todo a los extranjeros, afirmó Özlem Alev Demirel, eurodiputado del partido alemán Die Linke (La Izquierda).
“Es un sistema de explotación de la pobreza”, afirmó por su lado Volker Brüggenjürgen, presidente de la asociación Caritas para el distrito de Gütersloh, en Alemania.
El porcentaje de estos precarios subcontratados sobre el total de trabajadores del sector varía de país en país, pero puede ser sumamente importante.
En Reino Unido, donde el sector emplea a unas 100.000 personas, 62 por ciento de ellas oriundas de países de la UE, los sindicatos calculan a los precarios en entre 10 y 15 por ciento del total en las plantas que cuentan con sindicatos fuertes, “pero no tienen datos en lo que respecta a las plantas no sindicalizadas”, dice el diario.
Tras el Brexit, prevé Bev Clarkson, del sindicato Unite, “el uso de mano de obra migrante subcontratada y de agencia será más frecuente porque la gente local no quiere trabajar en los frigoríficos”.
En Italia, donde la industria cárnica emplea a 21.000 personas, más de la mitad de los trabajadores de los mataderos y la cuarta parte de quienes laboran en plantas de procesamiento son migrantes de Europa oriental y distintas regiones de África y Asia.
La mayoría de ellos son empleados a través de “cooperativas” de trabajadores, y cobran hasta 40 por ciento menos que sus colegas contratados directamente por las empresas.
Se ha descubierto que muchas de estas cooperativas –indica The Guardian citando a una investigación sobre la industria porcina de la península financiada por la UE– “fueron creadas de forma fraudulenta por las propias empresas cárnicas para hacer uso de las leyes de flexibilidad laboral y de ventajas fiscales”.
Sin embargo, los controles estatales sobre las condiciones laborales escasean debido a las políticas de “austeridad” que prevalecen en casi toda la UE. Sucede en todos los sectores, pero en la industria cárnica, además, se carece de estándares mínimos para las inspecciones y definiciones comunes sobre el trabajo “autónomo”
“En muchos países no existe una supervisión o control real sobre las agencias de contratación”, denunció Lilana Keith, integrante de la Plataforma para la Cooperación Internacional sobre Migrantes Indocumentados.
En 2019, se creó a nivel regional una nueva agencia, la Autoridad Laboral Europea (ELA), para “ayudar a los estados miembros a realizar inspecciones y monitorear el cumplimiento de las leyes laborales. Si se encuentran casos de abuso, la ELA podrá iniciar inspecciones transfronterizas”, indica The Guardian. Pero hasta ahora prácticamente no ha actuado.
Los sindicatos plantean que no hay otra cosa que hacer que prohibir lisa y llanamente el recurso a trabajadores precarios.
Así se lo dijo al diario Enrico Somaglia, secretario general adjunto de la Federación Europea de Sindicatos de la Alimentación, la Agricultura y el Turismo (EFFAT).
“El sistema de la industria cárnica está enfermo en todas partes de Europa y en todas sus bases”, dijo, coincidiendo con la irlandesa Nora Labo.
“Por un lado se basa en bajos precios a los productores pequeños y medianos y por otro en la explotación del a mano de obra, Y ambos son inaceptables”.