Daniel: Quisiera tenerte de frente para mirarte a los ojos y decirte lo siguiente. Sé que esto es muy crudo y expresarlo pone en peligro mi vida. Lo asumo sin temor, porque tengo guardaespaldas más seguros que los esbirros que te cuidan.
Esos guardaespaldas son el espíritu de Alvarito Conrado y esa legión de niños, adolescentes y jóvenes que mandaste a matar y que cuidan mis pasos noche y día.
Daniel: Solo quiero recordarte una plática que tuve con tu padre una noche, sentados ambos en la acera de su casa en el Barrio San Antonio.
Don Daniel me contó algo estremecedor. Me dijo que cuando Tacho (Somoza) hijo estaba torturando a Báez Bone, al cortarle la lengua con un yatagán, el patriota bañado en sangre le escupió la cara y le dijo: “Maldito… esta sangre te va a perseguir hasta el último día de tu vida”.
Daniel, detené ya este genocidio. Por la sangre de tu hermano Camilo, asesinado por el somocismo en Las Sabogales, pará ya esta barbarie. Se acerca el 23 de Julio y el recuerdo de la sangre santa, de esa juventud aniquilada en León, tiene que llevarte a meditar.
En nombre de ese Dios, con quien te llenás la boca y el alma, en nombre de ese Dios, que está viendo este holocausto, dejá de matar. ¡Ya, Daniel, ya!