Disclose se hizo conocer a comienzos del año pasado, cuando reveló documentos que prueban la complicidad de Francia con crímenes de guerra cometidos por Arabia Saudita en Yemen y acusó al gobierno del presidente Emmanuel Macron de mentir sobre el empleo por Ryad de armas francesas contra la población civil en ese conflicto.
Tres de sus periodistas, entre ellos dos de sus fundadores, Geoffrey Livolsi y Mathias Destal, fueron amenazados por las autoridades con penas de hasta cinco años de cárcel y multas de hasta 75.000 euros. Los acusaban de de “violar todas las leyes y regulaciones del país”.
“Quieren amedrentarnos, pero vamos a seguir practicando este tipo de periodismo”, dijo Livolsi.
Y Disclose persistió en esa vía.
A mediados de este mes difundió, en colaboración con el portal Médiapart, una amplia investigación que llevó a cabo durante un año sobre el gigante planetario del sector lácteo Lactalis.
Surgido como una modesta empresa familiar en 1933 en la localidad norteña de Laval, Lactalis es hoy un imperio que posee 70 fábricas en su país de origen y 270 en todo el mundo, con un volumen de negocios que supera los 20.000 millones de euros (alrededor de 23.600 millones de dólares). Sólo en Francia emplea a 15.000 personas de manera directa.
Uno de los países en que está implantada es Brasil, donde la transnacional opera aún más a sus anchas que en la propia Francia, como lo están pudiendo comprobar los trabajadores de la planta que la compañía adquirió a la rama láctea de BRF en el estado de Paraná.
Como Lactalis insiste en que sigue siendo una empresa familiar, perteneciente actualmente a Emmanuel Besnier, nieto de su fundador, no cotiza en bolsa y no está sometida al control de accionistas ni de las autoridades de la competencia.
En su publicidad, la compañía destaca su implantación en “todas las comarcas del mundo rural francés”, que se maneja con una estrategia de “cercanía con los productores y la gente” y que el “respeto al medio ambiente” y la “calidad de sus productos” es una de sus “principales divisas”.
El nombre Lactalis no aparece en ninguno de los miles de productos que fabrica, como el camembert Président, uno de los quesos más consumidos y exportados en Francia, ni en las fachadas de los establecimientos que controla.
“Somos la suma de centenares de empresas locales. Nuestros servicios centrales son muy reducidos, Preferimos delegar”, dice Emmanuel Besnier.
Pero se trata sólo de artificios.
La opacidad de su estructura le ha permitido al grupo no sólo evadir miles de millones de euros en impuestos sino también su responsabilidad en varios escándalos, de los cuales se han debido hacer cargo los directores de sus diversas fábricas…
Lactalis “no se dignó siquiera a disculparse ante las familias de los miles de bebés contaminados en 2017 por leche en polvo contaminada con salmonela” fabricada por una de sus empresas, ni respondido por la polución masiva de ríos de toda Francia generada por 38 de sus fábricas, señaló Disclose.
Hasta que fue obligada a hacerlo por una resolución judicial, recién en 2017, la transnacional jamás difundió sus cuentas y hasta ahora se ha negado a permitir el acceso a sus establecimientos a periodistas que no sean cuidadosamente seleccionados por la propia firma.
Desde abril del año pasado, Disclose elevó cientos de solicitudes de acceso a la información a diversos organismos públicos franceses (la Comisión de Acceso a Documentos Administrativos, CADA, prefecturas, autoridades ambientales y alimentarias nacionales y locales…).
Consiguió también testimonios de ex asalariados de la empresa, que le revelaron la “cultura del secreto impuesta” intramuros por la familia Besnier.
El canal contrató igualmente a un bufete de abogados que analizó miles de páginas de expedientes judiciales en los que aparece implicado el propietario de la empresa, y a analistas financieros que pasaron al peine fino las cuentas de sociedades propiedad de Lactalis.
Y concluyó que existe un “sistema Lactalis” de evasión fiscal, de polución ambiental, de contaminación alimentaria, de secretismo. Y de impunidad.